jueves, 1 de mayo de 2014

Wonderful






Guille se levanta y sale de la sala de espera. No soporta estar más tiempo ahí, la cabeza le va a estallar.
No hace más de unas horas estaba frente a una ambulancia, viendo como se dirigía a ese mismo hospital una chica que quizá por su culpa tenía una contusión.
Se sacude el pelo con una mano, intentando desalojar la enorme sensación de culpabilidad.
Necesita algo de agua y piensa en ir al baño para beber, así que sube al piso de arriba, donde le había parecido ver uno cuando llegaron para ver al amigo de Adrián.

Después de pasear por los largos e impolutos pasillos sin encontrar el servicio piensa en volver a la sala de espera con los demás, muy a su pesar. Pero cuando se gira, la ve, delante de él, temblando ligeramente.

-¿Guille?

No recuerda su nombre. Se estruja la cabeza intentando recordarlo mientras ella se acerca lentamente.

-¿No te acuerdas de mí? - le pregunta ella decepcionada a la par que enfadada.

Guille intenta pensar más rápido. Tiene unos segundos antes de que le grite que es un capullo delante de medio hospital.

-Sí me acuerdo de ti. He venido a verte, pero me he perdido buscando tu habitación – dice muy serio.

La expresión en la cara de la joven se relaja. Sabe que intenta no sonreír, lo nota en el leve temblor de sus labios y sus mejillas, y en como agacha la cabeza.

-Estoy bien, tuve una conmoción cerebral muy leve. Me han aconsejado que me quede en el hospital, pero tengo que trabajar así que volveré a casa y descansaré allí.

-Tienes que quedarte aquí... Verónica – dice Guille aún serio, aunque en su interior se aplaude a sí mismo por haber recordado su nombre -. Una conmoción es algo grave.

Verónica suspira y aprieta más contra sí el bolso que tiene entre sus brazos.

-Estoy bien, no fue nada grave, volveré a casa, le pediré a mi hermana que compre la medicación que me ha recetado el médico por mí y me daré de baja una semana – dice casi con exasperación.

-¿En qué trabajas?

-Soy la secretaria de un local.

-¿Qué local?

La joven lo mira entrecerrando sus grandes ojos oscuros.

-¿Qué pretendes, Guille? - le pregunta.

-Comprobar que de verdad estás bien.

-Estás preguntas ya me las ha hecho el médico y ya te he dicho que estoy bien... - dice tratando de calmar su desesperación por el curso que está tomando la conversación – deja de preocuparte por mí.

Eso sorprende a Guille.
¿Por qué intenta comprobar que ella está bien? Realmente no le preocupa demasiado, pero ayuda a hacer más creíble la primera mentira que le dijo unos minutos antes.

-He venido para comprobar que estabas bien – le repite.

-Pues ya sabes que estoy perfectamente. Me voy a casa – dice secamente ella antes de darse la vuelta.

El chico la observa alejarse.
Sabe que está bien, en cuanto vio cómo hablaba lo ha notado. Se relaja. Puede notar la mandíbula desapretándose lentamente.
Un problema menos.

Escucha que lo llaman desde un poco más lejos.
Adrián se coloca delante de él. Parece estar a punto de reventar.

-¿Quien era ella? - le pregunta con un hilo de voz.

-Verónica.

-¿Una amiga o más que eso?

-Es demasiado mayor para mí.

Adrián lo observa unos segundos antes de sentarse en un asiento cercano.

-¿Estás bien? - le pregunta Guille sin mirarlo, aún absorto en sus pensamientos.

-Me va a estallar la cabeza y tengo nauseas.

-Tienes una pinta horrible.

-Lo sé, cuando Esteban me vio se asustó.

Guille sonríe de medio lado y se sienta a su lado.

-¿Cómo está?

-Resulta que no había que preocuparse tanto como lo ha hecho Elisa, la cocaína es expulsada del cuerpo unas horas después de tenerla en el organismo.

-O sea que solo está con resaca.

-Tiene heridas superficiales y resaca, sí. Se van a casa en unas horas, después de que el médico hable con él.

-Entonces, ¿te llevamos de vuelta a casa? Tú también necesitas descansar.

Adrián lo mira de reojo y se masajea la sien.

-¿Tú estás bien, Guille?

-¿Yo? Claro, ¿por qué?

-Estás muy serio últimamente, y estoy preocupado, solo eso.

Tiene la sensación de que Guille se encoje en su silla, pero no dice nada. Cuando lo mira, este se ha vuelto algo pálido.
Le pasa algo, está claro.

-No me pasa nada – dice rápidamente el chico recuperando su color.

Mario aparece en ese momento.

-¡Guille! ¿Se puede saber que clase de persona se va sin avisar?

-¿Que os hayáis dado cuenta quince minutos después de que me fuera no lo explica lo suficiente?

El chico calla y lo mira seriamente.
Adrián los mira a ambos deseando que no se peleen.

-¿Qué tal ha ido todo, Adrián? - le pregunta Mario apartando la mirada de Guille con dejadez.

-Bien. El médico pensaba que yo era otro enfermo. He tardado cinco minutos en explicarle que solo tengo resaca y que el alcohol me sienta muy mal.

Mario sonríe y le aprieta el hombro como señal de apoyo.

-Vamos, te llevaremos a casa. Leo está ya preparando la furgoneta.

***

-Maite, ¿qué fue lo que pasó ayer? - pregunta Hugo desde el baño mientras se viste.

Ella pone la mesa mientras le contesta:

-Parece que un anciano del piso de arriba tuvo un infarto.

-Pensé que era tu vecina, la zorra de anoche.

-¡Yo también! Pero finalmente... no fue eso. Estaba pensando ir a visitarla si le hubiera pasado algo.

Hugo sale del baño y se acerca a ella para ayudarla con la mesa.

-¿Qué has preparado? Huele muy bien – dice con una sonrisa.

-Es pollo, mi especialidad – le contesta ella - ¿no te había cocinado nada antes?

-No, nunca.

Punto negativo para ella.
Maite se muerde la lengua y va a la cocina a por la bandeja con la comida.

-Oye, ¿qué tal está ese chico que tenía tantos problemas? - le pregunta Hugo entrando en la cocina.

-¿Adrián? Hace muchísimo que no lo veo ni hablo con él - hace una pausa mientras piensa –ahora que lo dices, lo llamaré esta tarde.

-¿Cómo? ¿No decías que no tenía teléfono?

-Y no tiene que yo sepa. Pero será una escusa para hablar con Elisa también. Además la chica que le gustaba tiene el mío y quizá yo tenga el suyo.

Hugo asiente y se sientan a la mesa.
-Seguro que está buenísimo – dice él.

Maite le sonríe.

-... Pero me tengo que ir.

-¿¡Qué!?

-¡Lo siento! No sabía que preparabas la comida para los dos.

-¿Adónde vas?

Hugo aprieta la mandíbula. No tiene porqué decírselo, pero es importante que sepa que no son pareja.

-Con mi novia, a comer a casa de sus padres.

***


-¿María del Mar?

-¿Sí? - dice ella girándose hacia Mario. Siente como la felicidad la inunda. Se siente muy cómoda a su lado, le gusta esa sensación.

-Dime dónde vives para que podamos llevarte – le dice sonriendo.

-Puedo volver yo sola andando o en bus...

El chico la mira frunciendo el ceño.

-No, mejor te llevamos. Los fines de semana no hay muchos autobuses.

Ella sonríe, realmente agradecida. De pronto siente ganas de abrazarlo.

-Yo también voy a todos lados en autobús, es bastante agotador tener que esperar media hora para que llegue a una parada.

Ella asiente. Totalmente de acuerdo.

-Es desesperante.

-Pero es peor aún cuando, después de esperar tanto tiempo el autobús viene tan lleno que el conductor se niega a abrir las puertas para dejar subir a más gente.

-¡Me ha pasado mucho eso! - dice ella riendo - ¿Alguna vez has tenido que esperar con alguien molesto al lado?

-¡Sí! Una vez un hombre me entretuvo hablando de coches durante al menos quince minutos y cuando llegó mi autobús pensé que sería libre, pero ¡subió conmigo! Estuvo hablando de coches todo el camino, fue insoportable.

La chica ríe con ganas. Mario le cae muy bien.

-Oye, dame tu teléfono si no te importa, y así si un día te pasa, finges que me llamas y te salvo de las garras de algún pesado.

María del mar siente que flota de repente, asiente sonriendo aunque por dentro se muera de vergüenza y nervios.

domingo, 23 de marzo de 2014

Óyeme con los ojos




Espera a que sea por la mañana para llamarla. Ya le ha enviado un WhatsApp a Almudena pero no le contesta y está segura de que seguirá durmiendo el resto de la mañana, así que ha optado directamente por María del Mar.

-¿Sí? - contesta la voz dulce de la chica, parece que la ha despertado.

-¡Soy África!

-¡Ah! ¡Dime! - dice imitando su tono de voz apresurado. Se ha despertado de golpe.

-Necesito tu ayuda, María del Mar. ¿Puedes venir conmigo al centro?

-Claro... ¿a qué hora?

-¡Ya!

-¿¡Ya!? - casi le grita ella a la vez que mira la hora que marca su despertador. Las once de la mañana - ¿Adónde?

-¿Sabes dónde está el parque principal?

-Claro.

-Quedamos en la entrada... Iremos a desayunar. Por favor, necesito que vengas, te lo explicaré de camino...

Su amiga suspira, cansada. Se frota los ojos y acepta.

-¡Muchísimas gracias! Nos vemos en media hora. ¡Gracias!

No le da tiempo para que conteste, le cuelga. Se siente algo culpable, pero le hace falta que venga, necesita el apoyo de una amiga más que nunca.


***

María del Mar se viste con una camiseta vieja blanca y un jersey gris encima junto con unos vaqueros y sus adidas antes de coger algo de dinero del monedero de su padre, dejar una nota para avisarlo de que se va y salir corriendo de casa.
Tiene suerte de vivir en el centro. 

Con una rapidez y una agilidad aprendida gracias a años de práctica, coloca los auriculares en sus orejas y los conecta al móvil.

Empieza a sonar Princesa, de Paula Rojo. 
 Cierra sus ojos un solo segundo y aparece en su cabeza la imagen que tiene de chico perfecto, no sabe por qué.

El parque no está muy lejos. Puede distinguir a su amiga que llega al mismo tiempo que ella. Se dan un abrazo.

-Gracias, gracias, gracias...

-¡De nada! No te preocupes.

África se separa de ella y le sonríe con cariño.

-Vamos - le dice tirando de su brazo con suavidad - te explico...

María del Mar lo entiende todo, pero la pone nerviosa que vaya a haber tantos chicos. 

-No te preocupes, todo va a salir perfectamente, son unos chicos muy agradables - intenta tranquilizarla su amiga. 


Cuando ambas llegan a la cafetería en la que han quedado con los chicos, no tardan en distinguirlos de entre la multitud de gente. Parece una cafetería muy conocida, aunque ninguna había oído hablar de ella. 

María del Mar no está segura de como debe saludarlos, así que decide imitar a África en todo lo que haga. 

- Buenos días - los saluda con una sonrisa. 

María del Mar se fija en que todos le devuelven la sonrisa menos uno de ellos, que tampoco se digna a mirarla a ella. 

-Ella es María del Mar, quiso ayudarme y le pedí que viniese - los mismo tres de antes le sonríen también y le dan dos besos, el otro chico rubio sigue callado y serio. 

Se sientan en una mesa cuadrada todos apretados y mientras esperan a que el camarero les traiga el desayuno que han pedido el ambiente se vuelve tenso. 

-¿Alguno ha hablado con Adrián desde lo de anoche? - pregunta África apretando una mano contra la otra, nerviosa.

-Hemos intentado hablar con él, África, pero no coge el teléfono - le contesta un chico agradable de ojos azules con dulzura -. Entendemos que estés tan preocupada pero está vigilado. 

-¿Amanda y Joaquín lo saben?

-Obviamente - dice el chico callado de antes, Guille, con tono borde. 

África lo mira con desden unos segundos. 

-Cuando hablé con él me dijo que sus padres querían verlo. 

Todos la miran fijamente. 

-¿Cómo has dicho? 

Guille parece de pronto interesarse en ella y le hace todo tipo de preguntas para saber más sobre el tema. 

-No sé más, llamé a Alberto para avisarlo y cuando volví a llamarlo no me lo cogía. 

-Normal - vuelve a comentar Guille con tono despectivo. 



Esta vez la chica lo ignora, pero sí siente dentro de ella que se está hartando de él. 

El chocolate caliente y los churros llegan en ese momento. 

Las dos chicas y Guille apenas prueban bocado, los demás arrasan con todo rápidamente. 

-En cuanto terminemos deberíamos ir a verlo - dice Leo después de terminar de beber su taza de chocolate y media de la de Mario. 

María del Mar sonríe al ver la expresión de desaprobación de este último, que acaba teniendo que arrancarle su chocolate caliente de las manos.  

Cuando África se levanta para pagar, Guille le agarra la muñeca. 

-¿Adónde vas? 

-A pagar - dice ella tirando de su muñeca para que la suelte - Os he pedido que vengáis a cambio de un desayuno, ese era el trato - aclara secamente. 

-No voy a dejar que me pagues nada - dice. 

Dicho con otro tono quizá hubiera sonado romántico, pero saliendo por la boca de Guille solo da a entender que se niega a que "ella", a la que aparentemente tiene algo de asco, le pague el desayuno. 

El chico se levanta con ella a la barra y juntos van a pagar la cuenta. María del Mar observa interesada la forma en la que Guille mira a su amiga: no es desprecio, ni asco, es... distinto... 
Pero claramente no debe de caerle demasiado bien. 

-Perdona a Guille - le dice Mario, el chico de pelo rizado y negro - es bastante insufrible cuando se lo propone y está algo estresado. 

-Ya veo - dice ella suspirando cabreada -, no pasa nada. 

Mario le dedica una sonrisa de medio lado. ¡Tiene unos dientes perfectos! La chica le sonríe también, ahora avergonzada de su sonrisa. 

-Bueno, vámonos - dice África cogiendo la chaqueta vaquera que había dejado colgada de la silla. 

Guille le mira los pechos mientras se la pone, cosa que a ella no le gusta nada; aunque se mantiene callada, no es el momento. 
Leo le regaña cuando ella se da la vuelta y él se encoje de hombros como única respuesta. 

Todos suben a la furgoneta de Leo, la ha pintado de negro para que de mejor impresión que una furgoneta blanca y sucia. 

- Los cristales están tintados - piensa María del Mar en voz alta. 

-Es para tener más intimidad - le dice Alberto guiñándole un ojo desde uno de los asientos de delante. 

Todos ríen, aunque a ella la asquea un poco, África le coge la mano, divertida.

Cuando llegan al bloque de pisos, la chica siente que el corazón se le acelera. Quiere verlo. 
Conforme van subiendo pisos, se convierte en necesidad. 

Cuando tocan a timbre, está a punto de saltar sobre la persona que sea que abra la puerta, pero se contiene. 
Es una mujer que debió de ser preciosa, aunque está marcada por el estrés y se le notan enormemente las ojeras y tiene los ojos rojos. 

-Menos mal que estáis ya aquí - dice abrazando a África, que no se lo espera pero se devuelve como puede. 

Amanda hace pasar a los demás a la cocina, donde se encuentran a Joaquín. Él está metiendo varias latas de cerveza  y una botella de cristal que seguro era de licor en una bolsa para tirarlas después a sus respectivos contenedores.

-¿Todo eso lo bebió él solo? - pregunta con voz temblorosa Alberto. 

-Sí - dice Joaquín, claramente cabreado -. Por suerte, de la botella de Whiskey (irlandés, de buenísima calidad y extremadamente caro) solo quedaba la mitad, quizá menos. Podría haber acabado horriblemente si no nos hubiéramos levantado

Todos se miran preocupados entre ellos. 

-¿Podría pasar a verlo? - pregunta África con su mejor imitación de chica responsable. 

-Claro, cariño - le dice Amanda llevándola a la habitación. 

Al entrar, toca a la puerta y oye un gemido. 
Pasa lentamente. 
Las persianas están bajadas, y la luz apagada, pero puede distinguir el bulto de Adrián bajo las sábanas. 

-Buenos días, cariño - le susurra. 

Adrián se gira lentamente hacia ella y la mira a los ojos. 
Ella lucha por no cambiar su expresión y seguir aparentando normalidad, tiene una pinta horrible. 
Está sudando y está temblando al mismo tiempo, tiene la cara mojada, los ojos hinchados y decorados por unas profundas ojeras y los labios y la nariz agrietados. 
Hay un cubo junto a la cama.

-¿Sabes lo que ha pasado? 

-Sí, lo sé. 

-Me siento tan sucio... Me doy tanto asco - dice Adrián con voz temblorosa mientras se destapa el pecho. 

África no se atreve a besarlo, pero le acaricia la mejilla con cariño.

-No digas eso Adrián - le dice ella con una voz dulce que consigue tranquilizarlo - Fuiste fuerte...

-No, no lo fui. Demostré justo lo contrario. Me he rendido, África. 

-¡No te rendiste! Fuiste fuerte durante demasiado tiempo, es solo eso. 

Adrián la mira fijamente unos segundos. En sus ojos, ella solo ve dolor y vergüenza, su apoyo no le está sirviendo para nada. 

-Adrián, hemos venido todos para estar contigo, para apoyarte en todo lo que te haga falta. Me apuesto lo que quieras que están escuchando esta conversación al otro lado de la puerta - dice sonriendo de medio lado la chica -, no estás solo. 

El chico cierra los ojos y suspira. 

-¿Estás de acuerdo conmigo en eso? - le pregunta África temiéndose que ni siquiera se sienta querido por ella. 

-Estoy asustado. 

-¿De qué, de quién?

-De mí. 

El chico vuelve a suspirar y abre los ojos. Reflejan el dolor como si fueran espejos de su propio interior. 

-Estoy bien - dice arrastrando las palabras después de unos segundos de silencio entre ambos. 

-Adrián, no me mientas. Se te nota en la voz y los ojos que no estás bien. 

-No quiero que me veáis así. 

-Los demás van a entrar también en un rato. Quieren verte. Están muy preocupados. 

-No quiero... ¿cómo puedo esconder todo esto? - dice después de carraspear para darle más fuerza a su voz.

Se encoge de hombros. 

-Tienes que fingir. 

Adrián asiente tristemente. 

-¿Puedes quedarte un rato conmigo antes de que entren? 

-Solo he venido para eso - dice sonriendo. Adrián le coge la mano y le sonríe. 

***

Quizá le gusta de verdad. 
Al fin y al cabo durmió en el suelo por ella. Aunque ha sido una noche difícil, no se ha quejado por nada. 

-¿Hugo? - le pregunta suavemente. 

El joven gruñe y se acurruca más entre las mantas y la alfombra. No debe de haber dormido muy bien. 

-Hugo - lo vuelve a llamar mientras se levanta. 

Se agacha junto a él y lo levanta haciendo acopio de todas sus fuerzas. Él no se muestra muy pro la labor, pero acepta el sofá agradecido y sigue durmiendo allí. 

Maite ríe y va a la cocina a preparar el desayuno. 
Ella tampoco ha dormido demasiado. La ambulancia que vino a recoger a la vecina promiscua del piso superior los despertó a ambos. Y los gritos de enfado del chico que la acompañaba no ayudaron demasiado. 
Después vino la policía y se escucharon nuevos gritos. 

Una noche ideal, en conjunto. 

Tiene curiosidad, pero cuando la joven vuelva al edificio le preguntará a ella personalmente. 

***
Cuando todos han entrado ya en la habitación, su móvil suena, así que, después de disculparse, sale junto con María del Mar para ir al salón. 

-¿Lidia? 

-¡Áfri! Me voy al hospital con Elisa, es por su novio - dice rápidamente - No hay nadie en casa. ¿A qué hora vuelves?

-La verdad es que no tengo ni idea. 

-¿Tienes llaves? 

-No. 

Su hermana le regaña antes de avisarla de que volverá tarde y de colgarle. 

-Si vuelvo antes de las siete de la noche a mi casa me quedo en la calle - le dice a su amiga con pesadez. 

-Puedes venir a mi casa si quieres, no pasa nada. 

África le sonríe y le da las gracias mientras vuelven con los demás. 
Pero al entrar, todos salen de golpe y las empujan. 

-¿Qué pasa? - pregunta molesta a la par que asustada. 

-Adrián va a vestirse. Vamos a salir. 

-¿Adónde? ¡Pero si tiene resaca! 

-Nos han avisado de que un amigo suyo está en el hospital y se ha obstinado en ir. 

África y María del Mar se miran entre ellas. 

-Venid con nosotros, después os llevaremos a casa - dice Leo sonriéndoles. 

-¡Gracias! 

Adrián sale en ese momento con pinta de zombie, vestido con unos vaqueros y una camiseta lisa negra. Se pone las converse que Amanda y Joaquín le habían regalado y busca a Amanda para avisarla de que va al hospital. 
Ella lo comprende y los deja ir, muy a regañadientes. 

Adrián busca a África con la mirada, la coge de la mano y, siguiendo a los demás, van al hospital, que no está muy lejos de allí. 

Al llegar, preguntan en recepción por Esteban y van corriendo a la habitación. 

África se sorprende al ver a su hermana, que está demasiado ocupada consolando a Elisa como para fijarse en ella. 

Cuando Adrián se acerca es cuando la ve. 

-¿África? 

Su hermana mayor la mira de arriba a abajo, después fija la vista en Adrián y en que están cogidos de la mano.

-Hola Lidia...

Adrián las mira a las dos, confuso. 

-¿Qué haces aquí? ¿Ha pasado algo? - pregunta Lidia fijándose en la cara de Adrián. 

Elisa se aleja de ella y se acerca a Adrián para darle un abrazo. 

-¿Qué ha pasado? - le pregunta él. 

África se acerca a su hermana para explicárselo todo. 

-Lo estaba cambiando de ropa cuando vi que tenía varias marcas en el brazo. Cuando me fijé más supe que eran de jeringuillas. Lo trajimos aquí... - Elisa respira profundamente - Se ha inyectado cocaína. 

***

Llevan en la sala de espera  más de una hora. Adrián, Lidia y Elisa están con Esteban. 

Los demás no han podido entrar. 

La radio se escucha, pero nadie hace demasiado caso. María del Mar es la única que realmente atiende. 

De pronto escucha una canción que no conoce, pero que le encanta. Le pregunta a su amiga, que está hablando con Almudena por WhatsApp
Ella si sabe cual es. 

-Se llama V , de Victoria Smith.

- ¿V, se llama V? 

Su amiga asiente. 

-¿No te gusta? La cantante se está haciendo muy famosa ahora. Comenzó con covers en Youtube y ganó un premio y se hizo famosa de repente. 

-Vaya. Que fácil. 

-Ese mundo es muy difícil - dice Leo, que estaba escuchando la conversación - Un paso en falso, y lo pierdes todo. Hay mucho estrés. 

Le dan la razón. Ninguna se imagina llegando tan alto. 

-En todo caso, es admirable conseguir todo eso. Y está claro que no ha llegado hasta ahí por ser una cara bonita. 

-Sí, la verdad es que tiene una voz preciosa y sabe cómo colocarla. 

Mario habla entonces. 

-Yo la conozco. 

Todos la miran sorprendidos. 

-Era mi vecina antes de que se mudase a América. Es una chica adorable, con mucha fuerza. 

Guille se interesa por la conversación entonces. 

-¿Crees que aceptaría cantar con Adrián? Sería nuestro salto - dice. 

África y María del Mar están de acuerdo, y Mario saca su móvil para enviarle un mensaje a Victoria. 

-¡Vamos a conocer a una famosa! 

El único que no parece muy convencido es Leo.





 
 

 

 




viernes, 28 de febrero de 2014

Novedad





¿A quién llama primero? ¿A su novia? ¿A su amigo?
África puede haber llamado solo para saber si está bien, si no le ha pasado nada, si no ha bebido demasiado... pero en cambio Guille...
Por otro lado está más que cansado, solo quiere dormir y asumirlo todo. 
Las palabras de Joaquín siguen repitiéndose en su cabeza como un eco mientras piensa qué hacer. 
El cálido abrazo de Amanda... como si fuera su propia madre, madre que tanto le ha faltado. 
Solo tiene ganas de llorar. 

Pero respira profundamente, sacude la cabeza para despejarse y se levanta para ponerse algo de ropa. 
Con un pijama limpio ya puesto, se sienta en la cama pasándose una mano por el pelo.

Coge el móvil y llama a Guille. 
El chico no tarda en descolgar.

-¡Adrián!

-¿Guille? ¿Estás bien?

-He hecho una gilipollez, Adrián... una muy gorda...

El chico se tumba bocarriba.

-¿El qué?

-Me he acostado con una chica mucho mayor...

Adrián abre la boca para insultarlo y regañarle, pero pronto lo piensa mejor.

-No es la primera vez - acaba diciendo desganado.

-Ese no es el problema.

-¿Está embarazada?-pregunta igualmente, algo aburrido. 

-No, bueno no es eso. Ha sido hace nada, menos de una hora... ha pasado una cosa...

Un silencio incómodo aparece entre los dos. Adrián no puede evitar pensar mal de Guille, pero él necesita ayuda a toda costa, así que, aunque no quiere saber ningún problema que pueda haber habido entre cierto órgano de Guille y cierto órgano de su "amiga", acaba preguntando. 

-¿Qué ha pasado?

-La... la notaba rara... ella estaba borracha así que pensé que era eso, pero le costaba andar... y se mareaba antes de... - Guille traga saliva antes de seguir hablando - No me dijo nada... pero la veía mal... lo asimilé todo al alcohol y a... las drogas...

-¿¡Y aún así te acostaste con ella!? ¡¡ERES UN ENFERMO!!

- LO SÉ, LO SÉ - Guille intenta respirar profundamente - ¡NO ME SIENTO ORGULLOSO, ¿DE ACUERDO?!

- Bueno, que ha pasado, dime - dice Adrián mucho más tranquilo. 

-De repente se quedó inmóvil... se... se desmayó, Adrián... estuvo unos segundos inmóvil y después no hablaba bien... yo... no sabía que hacer...

-¿Y qué hiciste?

-Llamé a una ambulancia, obviamente - dice. La última palabra le cuesta pronunciarla. 

-¿Y qué tal?

-Tiene una contusión Adrián, ¡una contusión! ¡Piensan que yo le he pegado!

Adrián carraspea, nervioso. Se masajea la sien. 

-¿No notaste que tenía un golpe o viste cómo se caía?

-Adrián, sigo medio borracho y estaba emporrado. Apenas recuerdo nada de antes de darme cuenta de que estaba enferma. 

-Posíblemente no sea nada, no te preocupes - intenta tranquilizarlo Adrián tras un corto silencio - ¿Has avisado a tus padres? 

-¿¡Cómo se supone que se van a tomar que los llame desde una comisaría en medio de la noche, borracho e interumpiendo su viaje a casa de mi tía abuela!? 

-Espera, ¿qué haces en comisaría? 

-Bueno, para empezar tengo antecedentes, y el policía al que llamaron desde el hospital me conoce de... otras veces. 

-¿Qué otras veces?

-De peleas callejeras. 

Adrián aprieta los dientes. Acaba de darse cuenta de lo poco que en realidad conoce a Guille y lo poco que sabe de él. Se siente traicionado y al mismo tiempo un pésimo amigo. 

- Explícate - no puede evitar decir con una voz grave, casi animal. 

- No creo que sea el buen momento, ¿sabes? 

Adrián carraspea. Siente la boca seca y una sensación de soledad extraña le inunda el cuerpo. ¿Los demás sabrán lo de las peleas callejeras? ¿Cuánto se ha perdido al alejarse de ellos? De pronto tiene la sensación de que no volverá a ser lo mismo con ellos. 

- ¿Quieres que haga algo? - acaba preguntándole. 

- Si pudieses venir aquí con Joaquín o Amanda me harías un enorme favor... 

- Pues la cosa es que... no puedo. 

- No... ¿No? 

- No, lo siento. 

Guille suspira débilmente. 

-¿Puedes llamar a otro? No me queda saldo... 

-Claro. 

-Gracias... 

Adrián suspira y después de una seca despedida le cuelga. 
Se siente una persona horrorosa. 

Marca el teléfono de Alberto, que es el primo de Guille y le pide que lo llame. El chico acepta sin pensarlo y después de otra seca despedida cuelgan. 

De pronto se siente inservible, y de ahí pasa a sentirse débil y acaba hecho un ovillo junto a la almohada. 
La calefacción está puesta pero siente el cuerpo helado y las sábanas húmedas. 
Se encuentra enfermo. Mira la hora. 
Es tan tarde... África no estará despierta ya. 

Le envia un WhatsApp y sale de la habitación a la cocina. 
Amanda está allí, lo mira con pena antes de preguntarle si quiere algo. 

-Te va a sonar raro, ¿pero tienes alcohol?

-Adrián no creo que sea la mejor opción... ni siquiera es una solución. 

-Lo sé, pero lo necesito. 

-¿Lo... lo necesitas? 

-Sí, por favor - dice con una voz horrorsamente dolorosa de oír. 

Amanda hace una mueca y saca una cerveza del frigorífico para dársela. 

-Voy a acostarme, no te tomes otra. 

-Está bien - dice sin hacerle mucho caso. 

Amanda le da un beso en la mejilla y va a acostarse. 
En cuanto desaparece, Adrián coge una cerveza más y corre a su habitación sin olvidar cerrar el pestillo. 

Empieza a beber la primera lata cuando África le responde. 

¿Qué tal estás? 

Bien       Contestá él. 

¿Os lo habéis pasado bien? 

No

En ese momento, África lo llama, lo pone en manos libres para poder seguir bebiendo. 

-¿Qué ha pasado? - pregunta ella preocupada. 

-Guille está en comisaría.

-¿¡Qué!? ¿¡Por qué!? 

Siente calor en las mejillas y la cabeza se le encapota ligeramente unos segundos al terminarse de una sola vez la cerveza. 

-Se ha follado a una tía mayor que tenía una contusión y piensan que le ha pegado. 

Ella se mantiene en silencio mientras él abre otra lata. 
En otras ocasiones podría imaginarla mordiéndose el labio, pero ahora solo pensaba en que tendría que ir a por otra cerveza. 

-¿Estás bien Adrián? - le pregunta con una voz débil. 

-¡Sí, claro! 

-Estás borracho. 

Justo entonces Adrián termina su segunda cerveza. 

-Ya me gustaría - dice ya con la voz temblorosa. 

Se levanta dejándola con la duda y vuelve a la cocina. 
Coge otra lata más deseando estar borracho después de esta. 

Al correr de nuevo a su habitación se marea bastante, y olvida cerrar el pestillo esta vez después de cerrar la puerta. 

-¿Adrián? ¿Adrián? - oye que lo llama África. 

-Dime. 

-¿Adónde has ido?

-A por otra cerveza -le dice sinceramente sin pensar en las consecuencias.

-¿Por qué bebes?

-Porque me han dado una noticia muy... muy mala - dice después de darle otro trago a la nueva cerveza. 

-¿Qué noticia?

-Mis padres quieren verme. 

-¿Tus padres? ¿Los biológicos?

-Sí - dice terminándose la tercera cerveza. Le pesa enormemente la cabeza. 

-¿Los... los dos? 

-Sí, mi madre y mi padre. 

-¿Y qué vas a hacer? 

-Ni idea. Voy a por otra cerveza. 

Por mucho que África intenta que no vaya, solo consigue gritarle a través del teléfono. Cuando vuelve, Adrián cierra de un portazo. 
No quiere ni imaginarse su estado.

-Adrián voy a llamar a Alberto... 

-Está con Guille. 

-¿También lo han detenido? 

-Está...con...Guille... 

-Vale, Adrián, quiero que dejes esta cerveza y bebas agua, por favor. 

-Demasiado tarde. Ya he conseguido emborracharme - dice entre triunfante y triste. 

África nota que su voz ha cambiado a estar más aguda y que le cuesta hablar y no espera más, le cuelga y llama a Alberto. 

-¿África? ¿Qué pasa?

-Adrián se ha emborrachado. 

-Con nosotros no. ¿Se ha emborrachado solo?

-Sí. Me preocupa, Alberto. 

-¿Está en casa? 

-Me parece que sí.

-Entonces estará bien - dice el chico estresado - Lo siento África, pero es que estamos intentando sacar a Guille de aquí. 

-Está bien. Suerte - le dice antes de colgar. 

De nuevo está sola. 
Llama a Adrián pero no se lo coge. Estará tan borracho que ni escuchará su tono de voz. 
Se apoya en el cabecero de la cama y suspira con todas sus fuerzas. 

La noche va cada vez peor. 




Gracias a Victoria Smith, a su preciosa voz. Sigue así. 
No he podido añadirte a este capítulo, pero escuchándote, lo he escrito. Te prometo que aparecerás en el siguiente <3
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domingo, 9 de febrero de 2014

Vida




Que bonita la vida, que da todo de golpe y luego te lo quita. Te hace sentir culpable. 
A veces cuenta contigo, a veces ni te mira.
Que bonita la vida                 Dani Martín


Aún es de día.
No lo piensa dos veces antes de salir del auditorio y correr a casa. Unas semanas antes del concierto de verano, a dos o tres ensayos, ella falla, y tiene claro de que no quiere volver.
Al llegar a un sitio más transitado, deja de correr y anda entre la multitud. Todos vuelven a casa, todos ellos están a salvo.
Los esquiva a todos para pasar más rápido. Ignora a una amiga que la ve y sigue andando. Solo quiere ir a casa, ¿tan difícil es de entender?
Parece bailar entre las personas, que no la miran nunca directamente, siempre por encima del hombro.
Cada vez está más oscuro.
Cada vez hay menos gente.
Cada vez está más sola.
Sonríe ampliamente al notar de que ya casi está llegando, el móvil suena en su bolsillo, pero no hace caso. La canción que tiene de tono se repite continuamente.
Sea quién sea, insiste en hablar con ella.
Ya está en la calle, casi va dando saltos pero se detiene, en mitad de la carretera. Observa lo que tiene delante, se gira para ver lo que tiene detrás.

La calle.
Es esa calle fue donde pasó.

No puede moverse, está totalmente congelada. Nota incluso los dedos rígidos
Un sudor frío le baja por la espalda, las rodillas no quieren aguantar más su peso.

Unas luces la ciegan de golpe y un ruido de freno sordo la hace saltar detrás de un coche aparcado, donde hace acopio de todas sus fuerzas para volver a levantarse.
Un coche pasa rozándola mientras el conductor le grita algún insulto.

Se acerca un poco más a la acera y se deja caer en el bordillo.
El móvil sigue sonando.
Finalmente lo coge.

-¿Lidia?

-¿Elisa?

-¿África?

-Soy yo – dice ella, de pronto tranquila de escuchar a alguien conocido.

-¿Cómo estás?

-He estado mejor – dice levantándose tambaleante. Paranoica, estoy paranoica.

-Y oye, ¿tu hermana está?

-Ahora mismo estoy en la calle, pero si esperas un segundo que estoy en la puerta de casa te la paso.

-Perfecto.

África sonríe, aliviada.
Coge todo el aire que le caben en los pulmones apartando primero el teléfono para que la joven no la escuche. Da varios pasos al frente y vuelve a pegarse el móvil a la oreja, ya andando.

-Bueno, ¿qué has hecho últimamente? - le pregunta Elisa con un tono interesado.

Suspira.
No hay razones para mentirle a ella, la conoce desde hace años.

-Lo último que acabo de hacer ha sido escaparme del ensayo de coro.

-¿Escaparte? - pregunta la joven al otro lado de la línea, confusa.

-Me da miedo volver sola de noche.

Se hace un silencio entre las dos.

-Entiendo...

-¿Tiene sentido o me estoy volviendo loca?

De nuevo, ninguna de las dos habla.

-No pasa nada, África – acaba diciendo Elisa - Has tenido una experiencia traumática, es normal.

Eso la reconforta, aunque ya lo sabía. Lo difícil es intentar seguir siendo como antes.
Poco a poco, ha conseguido olvidar parte de lo ocurrido hasta que parezca que no es real, que fue solo un sueño, una pesadilla de las que te acuerdas toda tu vida.
Aunque aún no entiende cómo sus padres la pueden dejar salir sola a la calle. Le controlan obsesivamente el móvil, le han instalado un sistema de vigilancia en el aparato para saber dónde está... Pero para ella no es suficiente, ellos no saben lo que le pasa, solo saben por qué calle está pasando y si se queda parada o si se mueve.

Mientras tanto, Elisa sigue hablándole.

-...Ya se te pasará, ya lo verás. Todos intentamos ayudarte, aunque sea desde lejos, y no sabes lo que te quiere tu hermana...

La chica sonríe al escucharlo, es tan reconfortante...

-Le importas, África. Pídele ayuda y te ayudará encantada.

-Lo haré, muchas gracias.

-De nada, cariño – puede oírla sonreír - ¿Por dónde vas? ¿Ya estás llegando?

África mira a su al rededor, perdida. Pero consigue orientarse.

-Estoy casi, un segundo.

Dobla la esquina y sube la calle.
Abre la cancela de la casa y entra en el jardín. Entra en casa y busca a su hermana para tenderle el teléfono.

-Te la paso – le dice cuando la encuentra delante de su portátil en el salón.

-Gracias, un beso – se despide de ella Elisa.

Lidia coge el móvil seriamente y ella sube a su cuarto.

Se sienta sobre la cama, que cruje ligeramente bajo su peso. Es vieja.
Su habitación ya le parece pequeña, necesita más espacio, y cuando está estresada, las paredes parecen intentar atraparla y las siente cada vez más cerca.
Ojalá Adrián estuviera allí con ella, pero está de fiesta con sus amigos. Suspira distraída. Solo necesita a alguien que la escuche.

***
Coje el teléfono al oír una notificación. Tiene un mensaje.

¿Qué tal? 

Bien, ¿y tú?

No estoy mal. 

¿Qué tal está África? 

Está bien. No he vuelto a hablar con ella. 

Creo que deberías seguir prestándole atención. 

No le gusta mi compañía. 

Haz que le guste. 
Podrás pedirle perdón con tranquilidad después. 

Te haré caso, pero solo porque eres tú, Elena. 

Eso espero. Verás que todo sale bien. 
***

-¿Llamamos a un ambulancia? - pregunta Alberto mirando por la ventana.

-No, creo que es mejor que se quede aquí. Lo cuidaré bien – dice la joven mientras se da la vuelta.

Elisa le sonríe a Adrián y se acerca para abrazarlo.

-Muchísimas gracias – le dice apoyando la cabeza en su hombro derecho, pero sin atreverse a apretarlo realmente contra ella.

-No hay de qué. Cuida de él – contesta él mirando a Esteban, dormido bajo varias capas de mantas encogido en el sofá.

-No lo dudes.

-Llamaré para saber noticias vuestras.

Ella asiente, conforme.
Adrián se despide con una última sonrisa y espera a que los demás también se despidan para ir hacia el ascensor.

Todos entran dentro lentamente, cansados.

-Vaya noche de fiesta – dice Leo bostezando.

-Me muero de sueño – murmura Mario pasándose una mano por el pelo negro rizado. Tiene los ojos rojos.

Adrián se mira en el espejo: lo que ve no le gusta. Está manchado de lo que fuera que hubiera en la ropa de Esteban y huele a alcohol, vómito y sudor.

-Joaquín y Amanda me van a matar – comenta estirándose la camiseta blanca.

-Diles la verdad – dice Leo sin mirarlo directamente.

-Eso pienso hacer. Pero otra cosa es que me crean.

Leo le aprieta el hombro antes de salir del ascensor y caminar hacia la salida del edificio con tranquilidad.



Lo dejan en la puerta del edificio. Saca las llaves del bolsillo del pantalón y las mete en la cerradura.

Las luces de la entrada se encienden al pasar junto a la puerta.

Anda hasta las escaleras y las sube sin hacer ruido, de puntillas.

Está bastante seguro de que Amanda va a estar despierta esperándolo, así que intenta organizar las palabras dentro de su cabeza para poder explicarse. Llega al piso y justo antes de abrir la puerta, Amanda lo hace por él y lo atrae hacia ella rápidamente.

Le besa la cabeza.

-Menos mal que estás bien – le susurra.

Detrás de ella están Antonio, su hermano Daniel y el chico del intercambio. Este último está algo pálido.

Joaquín cierra la puerta con los dos pestillos.

-¿Qué hacéis despiertos? Es muy tarde – les pregunta confundido mientras se separa con suavidad de su madre adoptiva.

-Ha pasado algo, Adrián.

El chico se muerde el interior de la mejilla.
Mira a Joaquín, que lo examina de arriba a abajo arrugando la nariz en silencio.

-Si no os importa, voy a cambiarme primero – dice mientras se quita la camiseta sucia.

-No hay problema.

Se aleja de ellos y pasa junto a Antonio, que hace un esfuerzo sobrenatural para no desgastarle el torso desnudo con la mirada.
Entra en su habitación y se cambia por un pantalón de chándal y una camiseta vieja de algún grupo de rock olvidado.
Al volver al salón, todos están sentados en los sofás al rededor de la mesa de cristal. Los imita.

Ninguno sabe qué decir durante unos segundos. El chico de intercambio se levanta con suavidad y le dice en italiano a Antonio que va a acostarse, rompiendo el silencio.
Joaquín lo toma como el momento perfecto y coge la mano de Amanda antes de empezar a hablar.

Amanda lo mira con pena. Joaquín se lo explica todo mirando al suelo. Ni Antonio, ni Dani, ni el chico italiano de intercambio dicen nada, solo esperan su reacción cuando Joaquín termina de hablar.

Adrián mira al frente inmóvil, lo mira a él fijamente. Joaquín no sabe que hacer ni decir más, sabe que le pide algo con la mirada, pero no se atreve a abrir más la boca.
Amanda les pide a los demás chicos que vuelvan a sus habitaciones y se sienta a su lado en el sofá.

-No va a pasarte nada, cariño – le dice frotándole el brazo.

Adrián decide mirar sus manos temblorosas.

-¿Quieres comer algo? - le pregunta Joaquín con un tono cariñoso que nunca lo había oído utilizar.

-No, gracias. Creo que voy a dormir, mañana ya estaré mejor.

Amanda lo abraza unos segundos y después lo deja irse.

-No te preocupes – le dice Joaquín intentando reconfortarlo antes de que se encierre en su cuarto– No te pasará nada.

***

Antonio y Daniel lo observan cerrar la puerta con suavidad y después bloquearla con el pestillo.

Se miran entre ellos seriamente.

Sandro aparece detrás de Antonio y chasquea los dientes dos veces, como hace cada vez que algo le molesta.

-El problema que veo es que no hay niente que podamos decirle para ayudarlo – dice el chico italiano con acento marcado.

-Lo sé, Sandro. Pero también me gustaría poder hacer algo. Ahora es mi hermano.

El chico asiente.

-Yo me voy mañana por la mañana, pero te aconsejo que consigas que se sienta como en casa – dice en italiano antes de volver a su cama.

***

Se deja caer sobre la cama y se quita toda la ropa antes de taparse con el edredón de plumas, de respirar el olor a limpio que aún le sigue sorprendiendo y de hundirse en la mullida almohada.

No consigue asimilar la noticia. Aún está algo confundido.
Sus ojos amenazan con cerrarse pero no los deja. El reloj marca una hora que ni le interesa ni presta atención.
Todo era tan bonito: salía con la chica que tanto había deseado, y de la que pretendía enamorarse, soñaba con cada beso, imaginaba cada instante, todos estaban contentos con él, sus amigos iban bien... Pero algo tenía que estropearlo.

-Adrián, ¿estás bien?

No contesta a Antonio. Sabe que es un buen chico, que intentaría ayudarlo, pero por más que quisiera no lo entenderá nunca del todo. Su padre no le ha pegado a él, no ha vivido solo toda corta vida, tiene una madre, y hermanos, y abuelos y su padre lo quiere, recibe a extranjeros en casa cada trimestre y tiene una vida social plena. Lo admira, sí, le tiene envidia, puede. Por eso no puede aceptar su ayuda, no sería justo para ninguno.
Acaba por marcharse, escucha sus pasos alejarse por el pasillo.

Estira la mano hacia el teléfono que ha dejado cargando desde antes de salir y lo enciende.

10 llamadas perdidas.

Joaquín y Amanda eligieron el teléfono perfecto, pero sigue sin estar acostumbrado a llevar algo que pueda romperse al caer al suelo continuamente encima y siempre acaba olvidándolo.

Las llamadas perdidas son de varias personas. Esperaba que fueran de Antonino, Joaquín o Amanda, pero no de otros. Empieza a preocuparse.

Dos personas más.

Una es Guille. La otra es África.