jueves, 22 de noviembre de 2012

Una mirada, una sonrisa y el secreto mejor guardado

              
     – Tengo que contarte una cosa... - dice África a Almudena. Ambas sonríen pícaras.
     – Ok. Te espero después de esta clase en la biblioteca – contesta ella antes de que la avalancha
         de compañeros la obliguen a entrar en clase.
África sonríe.
Ella y Almudena eran mejores amigas desde la guardería. Hubo la casualidad de que fueron al
mismo colegio después y pasaron a ser casi hermanas. Desde primero eran inseparables.
Ríe recordando los momentos vividos con su amiga.
Cuando quiere darse cuenta, han cerrado la puerta de su clase y el profesor de Lengua está pasando
lista.
Toca tres veces a la puerta y entra.
     – ¿Se puede? - pregunta con miedo.
     – África, ¿dónde estabas?
     – En el baño profesor.
     – ¿Cuánto tarda usted en el baño, señorita? - es una pregunta retórica. Todos sus compañeros
         ríen por lo bajo. Ella se pone colorada.
     – Profesor... yo...
     – Nada, nada, quédate fuera – dice el hombre con pesadez.
La chica resopla antes de cerrar la puerta.
¡Qué bien empieza el día para ella! Primero no ha podido ni peinarse en condiciones, ni desayunar,
se ha despertado tres cuartos de hora tarde y por culpa de eso ha perdido la primera clase, ¡y están a
finales del primer trimestre! Suspira de nuevo con cansancio y se apoya en la pared.
Piensa de repente que debe de tener el pelo fatal y busca desesperada algún sitio donde pueda ver su
reflejo. Suerte que hay poesías de poetas andaluces por todo el pasillo. Se acerca a la más cercana y
viendo a duras penas la forma de su cara, se peina viendo la sombra de su cabeza en el cristal que
cubre la poesía de Federico García Lorca, El lagarto y la lagarta.
Se sabe la poesía de memoria desde cuarto de primaria, la repasa en su cabeza varias veces hasta
que alguien pasa detrás suya y le dice:
     – Te vas a dejar los ojos – es Ernesto, el chico de ojos azules y pelo negro que lleva
         gustándole desde hace tanto tiempo... Está a punto de perderse en su mirada, pero sacude la
         cabeza y sonríe, él la imita.
Solo llevan siendo amigos desde que empezaron el instituto, aunque llevan juntos desde primero de
primaria.
     – Estaba leyendo – dice.
     – Ya me di cuenta.
Ambos se sonríen antes de entrar en clase.
Desde hace dos años, ir a clase no es tan malo, ya que ahora puede hablar con Ernesto sin que él la
tome por rara o incluso de acoplada.
     – Bueno, África, espero que esto no vuelva a suceder – dice el profesor, que sigue igual de
        antipático que siempre. De hecho, lo único que ha hecho bien, es el haber puesto a toda la
        clase por parejas y a África y a Ernesto juntos.
    – No, profesor.
El hombre asiente.
    – Bueno – sigue hablando mientras ellos dos se sientan – África – la chica deja de mirar a
        Ernesto sentarse y lo mira muy tensa - ¿qué son los sustantivos?
Toda la clase clava la mirada en ella. Siente un escalofrío al notar la mirada del chico a su derecha.
    – Son partes variables de la oración que designan seres, objetos o cosas, profesor – dice ella
        algo asustada.
    – Dime que tipos de sustantivos según su significado.
    – Comunes o propios, concretos y...
    – ¿Cuantos tipos de propios hay?
    – Em... esto... - eso sí que no lo sabe. Ernesto se lo sopla al oído – Topónimos, antropónimos,
        Apellidos y nombres de personas y... nombres históricos.
    – Bien, señorita, al menos estudia, ya es algo.
Ella lo mira con los labios apretados. Odia a ese profesor. Pero el problema es que también odia al
de sociales, al de dibujo, al de tecnología... ¡son todos insoportables!
    – Gracias – le dice por lo bajo a Ernesto.
    – De nada. Oye, no tengo los apuntes de morfología. ¿Los tienes?
    – Sí.
    – Bien, es que se me han perdido.
Ella busca en su archivador. Ya es la cuarta vez consecutiva que comparten los apuntes de
morfología. Él le ha dibujado y escrito tonterías en las hojas (que el profesor les repartió) que
seguramente la distraerán al estudiar, pero no quiere ofenderlo borrándolos y le dan algo con lo que
reforzar su relación.
Por dentro está eufórica, aunque por fuera no lo demuestra. De echo lleva sin demostrarlo dos años,
teniendo su amor en secreto, ni siquiera su mejor amiga lo sabe.
Ernesto dice algo que ella no entiende y luego sonríe, ella ríe.
Se siente confusa. Siempre les pasa eso. Ella no lo escucha, pero lo mira, mira sus ojos, su perfecta
boca... y se pierde. Cuando él deja de hablar, espera su reacción, si le ha pedido algo suele repetirlo,
si ha dicho algún chiste o se ha burlado de alguien sonríe o ríe y si dibuja algo en sus apuntes ambos
ríen cada vez que el profesor se da la vuelta.
Ninguna otra chica de la clase tiene la suerte que tiene ella, se siente muy bien por ello. Pero
también se comporta casi igual, puede que mejor con Almudena, ya que coinciden en música y
dibujo. Asignaturas en las que ellos dos están sentados uno al lado del otro y ella delante. En esos
momentos, siente celos, la rabia, el enfado le queman en las venas, pero sabe que Almudena no está
interesada, al menos de momento. Ya salieron el primer año de instituto, justo cuando a ella le
empezaba a gustar él y lo pasó fatal, aunque en secreto, soportándolo ella sola. A final de curso,
salió con Blanca, otra de sus amigas, lo que le dolió mucho más, ya que él sigue aún muy
enamorado de esa chica, que es por lo menos, un poco más fea que ella. Pero lo peor, lo peor de
todo, es que a principios de este año, Ernesto se peleó con Blanca, casi se odiaban, pero acabaron
saliendo de nuevo. Fue un día muy triste para ella, pero muy romántico. Él la sentó en una silla y le
dijo que la quería, delante de toda la clase. Ella había querido irse corriendo, pero no había podido.
Blanca había aceptado salir con él y se habían besado. África intentó acercarse entonces más a
Blanca para enterarse de todo lo que pasaba entre Ernesto y ella y acabó llevándose incluso muy
bien con ella. Poco después volvieron a cortar.
Ese día fue muy feliz para ella pero horrible para él, ya que seguiría queriéndola profundamente
hasta al menos el final de ese año.
Ahora ella toma apuntes de lo que el profesor dice y Ernesto la mira. Ella intenta no ponerse roja y
mira hacia la ventana o juguetea con su pelo. Se siente algo estúpida, pero tiene que seducirlo de
alguna manera. ¿Qué pensará él? ¿Por qué la mira tan indiscriminadamente?
La campana suena. Ahora toca música.
    – Bien, por fin algo que se me da bien – comento Ernesto mientras ambos recogen sus cosas.
    – Sí – dice ella sonriendo.
Es verdad, ha visto a Ernesto mil veces tocar el piano. Se funde solo de pensarlo o imaginarlo
simplemente.
Normalmente se sentiría mal, pero sabe que no va a ir a clase.
    – Ernesto – le dice cuando están fuera antes de que los amigos de él se les unan - ¿puedes
        decir en clase de música que yo no he venido y que Almudena está mala?
    – ¿Por?
    – No vamos a ir.
    – ¿Por qué? - dice él. No va a tener a nadie con quien hablar.
    – ¡No hay ganas! - dice ella riendo. Él la mira un poco confuso. ¿África, faltando a clases?
    – Qué choriza – dice. Es lo que siempre dice él, suele insultarla con eso.
    – ¡Chorizo tú! - le recrimina ella pegándole en el brazo.
    – ¡Yo no me salto las clases, ni pego!
    – Ya llegará tu hora.
    – ... dijo la muerte – añade él.
Ella ríe a carcajadas mientras se despiden. Almudena está con ella. Van a bajar las escaleras para ir a
la biblioteca cuando se cruzan con la profesora de música.
Ella las mira y ellas la miran.
    – Pensaba que tenía clase con vosotros – dice ella - ¿no es así?
    – Sí profesora, pero...
    – ¡Íbamos al baño! - dice rápidamente Almudena.
    – Hay un baño también en este piso.
    – Ya, pero están todos ocupados...
    – Lo dudo, son las diez y veinticinco ya, todo el mundo está en clase. ¡Venga, venga, a clase! -
        las apresura a subir de nuevo las escaleras.
Mientras entran en clase, Ernesto las mira y empieza a reírse. Ellas lo miran con cierta molestia,
pero acaban riendo con él de nuevo.

1 comentario:

Elena dijo...

Gracias ;) de verdad mudhas gracias.