sábado, 26 de octubre de 2013

Cantando bajo la lluvia




Llueve de una forma bastante impresionante. Se ha gafado completamente el día. Adrián y ella han corrido a protegerse de la lluvia bajo un enorme árbol de un parque en el que se han quedado solos al cabo de unos minutos.
El chico espera a que nadie puede verlos ni escucharlos para evitar que ella  pueda sentirse incómoda o nerviosa. Le sonríe y agradece la sonrisa que se le ofrece a cambio, lo llena de ánimo.
Se prepara para hablar, tiene miedo de estropearlo. Tiene que ser cuidadoso con las palabras que elige al hablar, no puede hacerle ningún daño.
Coge aire.


-A veces, las cosas pasan, y te das cuenta de que hiciste algo que pudo haber hecho que todo acabase así. Todo puede cambiar de un momento a otro, para bien o para mal, tan rápidamente, que a veces da miedo... - toma aire y se echa el pelo hacia atrás – Entonces, te sientes mal, porque si hubieras decidido hacer otra cosa...


Ella tira de la falda de su vestido, nerviosa. Es una declaración en toda regla. No esperaba que Adrián fuese a hacer mucho más que invitarla a un batido en el parque en que Ernesto y ella cortaron, aunque él no supiese ese pequeño detalle.


-A lo que quería llegar es solo que, si hubiera decidido simplemente haberte dejado aquella mañana sola y bajo la lluvia, seguramente no te conocería ahora... por eso, he elegido este día para hablar contigo, porque sabía que iba a llover, para volver a repetir lo que pasó desde el principio, empezar de cero, sin ninguna interrupción.


La mira y ella le sonríe. Puedo ver el brillo en los ojos del chico.


-Y me preguntaba, si te gustaría empezar una historia conmigo.


***
-Esteban, relájate, ¿quieres? - le pide Hugo con un tono suave y relajado.


-¡PENSABA QUE ESTABAS INTENTANDO OLVIDARLO!


-¿Y qué tiene que ver eso contigo? - se enfada Maite.


-¿POR QUÉ TE ACOSTASTE CONMIGO, SINO?


-Pues porque estaba borracha.


-¡No estabas tan borracha, Maite, lo sabes bien, incluso yo lo noté!


-¿Y qué mas da lo borracha que estuviera? El caso es que había bebido, ¿no?


Esteban solo tiene ganas de gritar y de pegarle a alguien una buena bofetada. Intenta relajarse un poco, para poder explicarse con claridad.


-Entonces – dice aún con un tono muy borde y resentido – ¿Por qué le has dicho a Elisa que lo hiciste para olvidar a Hugo?


-¡No podía decirle que me había acostado con su novio porque yo quería!


-Ah, que querías... - Hugo mira hacia el suelo, avergonzado. No sabe qué decir.


Maite lo mira con pena, es demasiado buen chico, no puede hacerle esto. Ella a provocado realmente todo, no puede dejar que Hugo aguante las culpas.


En cambio, Esteban no puede articular palabra. La mira con la boca semi-abierta.
Lo mira ahora a él. La camisa que lleva hace que se le marque cada músculo del torso, y su fuerte mandíbula la distrae continuamente.


-¿Puedes explicármelo? Por favor, Maite – dice dándose cuenta de lo roja que se a puesto de golpe.


Ella aprieta los dientes y mira hacia otro lado, intentando pensar qué decir para arreglarlo.
Hugo, al verla mal, intenta cambiar de tema. Pero tristemente, no piensa demasiado antes de hablar.


-El caso, Esteban, es que no sabe si el hijo es tuyo o mío.


Maite lo mira unos segundos.
Esteban hace una mueca, pero pronto la borra de su angulosa cara y la cambia por una extraña tranquilidad.
Se gira hacia Maite en silencio, le aguanta la mirada unos segundos.
Se levanta después y se agacha a su lado, hasta estar a la altura de su oído.
La joven se estremece. Es tan sexy. Nota su respiración agitada, a pesar de su aparente tranquilidad, y también su salvaje tono de voz al susurrarle.


Hugo tarda unos segundos en comprender. Se levanta también y lo empuja. Recibe a cambio una bofetada en plena cara que hace que se le hinche un ojo al cabo de unos segundos.
Maite grita.
Esteban sonríe en su interior.


-Acuérdate de esto, Maite, porque no pienso tener nada que ver contigo ni con tu asquerosa vida. Te quiero fuera de ella, ¿me oyes? - Esteban se aleja de ellos y va hacia la puerta -¡Y no vuelvas a acercarte a Elisa! - le grita antes de desaparecer.


Hugo gruñe y se sienta en el sofá, con la cabeza entre las manos.
Maite suelta una risotada seca y sin expresión.


-El muy guarro me ha llamado puta.


***


Llueve. Demasiado.
Normalmente adora la lluvia, pero justo hoy, la ha empezado a odiar.
Leo se sacude el pelo con una mano al entrar en la cafetería.
Guille, Mario y Alberto lo esperan sentados en la mesa de siempre. Ya han pedido su bebida.
Se sienta en silencio.


-Vienes empapado – comenta Mario, con su adorable e infantil tono de voz.


-¿Sabes de la existencia del paraguas? - le pregunta el dueño del establecimiento desde la barra.


Leo le dedica una sonrisa.


-Adrián ha ido a hablar hoy con África. Dice que lo ha pensado mejor, y que si os parece bien, le gustaría disculparse en persona y hablarlo, que todo esto fue un enorme error, aunque cree tener una razón bastante razonable – suelta Alberto de golpe. Todos lo observan atentamente – He pensado que sería mejor decirlo ahora - dice al ver las extrañas muecas que tienen todos. 

Mario asiente. De acuerdo.
Leo sonríe.


-Me alegra saberlo – dice, bastante contento.

En cambio Guille no dice nada. Todos esperan algo, pero terminan por quitarle importancia.


-¿Has hablado con Blanca? - pregunta Mario a Leo después de un rato.


El chico niega con la cabeza, algo molesto.


-¿Por qué tiene que hablar con Blanca? - dice Guille con tono borde – Si la dejó plantada y sola – Leo levanta la cabeza.


-Porque la vi con mi primo.


-¿¡Con Victor!? ¡Pero si tiene dieciocho años!


-Sí, pero ya sabes cómo es él... Se ve que le gustan todas – Mario suspira – Que yo recuerde, ya salió con una chica mucho menor que él, y mi madre me dijo que podía ser porque sus padres también eran así, se llevaban casi diez años y nunca le pareció que eso fuese malo.


-Aún así – dice Leo, con un tono claramente controlado -, aunque no quiero que parezca que me importa demasiado, me sorprende que Blanca le hiciese caso.


-¡Ah, pero si todavía no están saliendo! - exclama Mario. A su amigo parece iluminársele la cara, pero lo sabe esconder rápidamente - Según parece a ella le da miedo, pero le gusta, y a él no le importa esperar.


-No me digas – dice Guille con un tono burlón algo despectivo – .A mí me suena a que él tiene mucho dinero y ella quiere ropa nueva, como la anterior niñata con la que salió.


Leo lo amenaza con la mirada.


-Estamos hablando de Blanca, Guille.


-¿Acaso yo no?


Leo se levanta y se coloca muy cerca de él.


-¡Bueno, bueno, ya basta! - grita el camarero.


Leo suelta un leve gruñido y después sale de la cafetería dando dos zancadas.
Mario y Alberto se miran y luego miran a Guille unos segundos, antes de salir detrás de Leo y dejarlo solo con una sonrisa amarga en la cara y unos ojos vidriosos.


-Perdón – susurra.


-Ya te he dicho que tienes que decírselo – dice el camarero acercándose lentamente y sentándose frente a él.


***


Adrián saca un paraguas y lo alza encima de sus cabezas. Ambos caben debajo a duras penas.
La mira de arriba a abajo por el rabillo del ojo cuando ella no se da cuenta. Una mirada demasiado indiscreta, ya que ella lo nota, a pesar de no decir nada.


-Déjame decirte que estas preciosa.


-Quizá no haya acertado con el vestido de verano... hace bastante frío – dice ella con una media sonrisa.


Él le sonríe pícaro. Se acerca y le propone una mano. Ella la acepta sonrojada.
Ambos salen de debajo del poblado árbol y penetran en la lluvia, que empieza a ser menos abundante.


-Gracias por darme algún tiempo– dice ella casi entre susurros. Pero están tan apretados bajo el paraguas que aunque si lo hubiera dicho más bajo, el chico lo hubiese entendido perfectamente – es importante para mí poder pensarlo detenidamente.


Él la mira fijamente. Cuando ella lo mira, se da cuenta de que le está mirando los labios.


-¡Perdona, ¿tengo la cara manchada de batido?! - se desespera ella, avergonzada.


-¡No, no! - Adrián ríe con ganas. Acaba relajándose – era solo que tenia ganas de besarte.






domingo, 13 de octubre de 2013

Rarezas




Muchas veces, confundimos a extraños con raros. Las personas extrañas, que no conocemos, simplemente son eso, desconocidos, no sabemos nada de ellos, lo que han pasado o cómo son, muchas veces desconocemos incluso su nombre, y por ello, criticamos, no nos damos cuenta de lo que eso puede llegar a doler, que sin saber, el resto del mundo habla mal de ti, porque cometiste el error de ser amigo de alguien que no debías, o hiciste algo que a nadie le pareció bonito, pero son personas, y en algún momento, si no hubieras actuado de una forma, o alguien hubiese actuado por ti, podría haber acabado siendo tú esa persona maltratada por la sociedad. 

Blanca observa al chico al que unas chicas mayores que él, con pintas de zorras acosan por la calle. 
Debe de pasarlo mal. 
Victor enciende la radio. Suena Carry On de Fun. El joven mueve la cabeza hacia un lado. 

-¿Te gusta esta canción?

-No está mal. 

Él la mira unos segundos antes de seguir mirando hacia la carretera. 

-¿Qué miras?

-Al chico de allí. 

Victor la mira imitando la expresión de un niño enfadado.

-¿Te gusta él?

Ella le da un codazo con tan poca fuerza que lo hace reír. 

-No seas tonto... - dice ella - No es eso, es que le están molestando. 

Victor lo observa entonces también. Se acerca un poco más a la acera en la que está y les pita a las chicas. 

-¡Eh, dejadlo en paz!

Ellas lo miran algo sorprendidas, pero se alejan. 
Blanca se gira rápidamente hacia el joven, incluso más sorprendida que ellas. 

-¿Cómo...?

-¡Victor! - sonríe el chico. Tiene una sonrisa preciosa. Blanca se da cuenta entonces de su parecido con el joven. 

-Hola, Mario. ¿Estás bien?

-Sí, sí. En realidad no me estaban haciendo nada. Solo querían el teléfono de Adrián. 

-No me digas. 

El chico asiente con un movimiento seco de cabeza y sube al coche. 

Saluda a Blanca. 

-Hola... ¿Blanca? 

***

-...Yo... solo quiero que no me deje sola otra vez... La primera vez no me dijo que le gustaba, mientras que él a mí sí, y al no decírmelo él, no pudimos salir juntos, y ahora...

-¿Has pensado que podrías habérselo dicho tú?

-¡¿Yo?! - puso cara de estar completamente en desacuerdo, casi enfadada - ¿Cómo quieres que YO se lo diga a ÉL?

-Pues te acercas y le dices: Adrián, me gustas...

-¡Claro, y me dice que yo a él no y no vuelvo a verle! - dice África con un falso entusiasmo.

-No, África, no lo entiendes... - ella hace una mueca irónica – Muchas veces, a los chicos les da el mismo miedo que a las chicas en lo que se refiere a pedirle salir a alguien.

-Pues según lo que yo he visto, muchas veces no es así.

-No te entiendo.

-Tú, le pediste salir a Almdena, tú, le pediste salir a Blanca, tú, me pediste salir a mí...

-En realidad yo no te pedí salir, fui y te besé, lo que fue mucho más eficaz.

-Ya, bueno, aunque hiciese falta que me secuestrasen para que te fijases en que existía siquiera  en un mundo muy lejano al tuyo.

-¿Qué?

África lo mira tristemente. Él la mira a los ojos unos segundos y después aparta la mirada, algo sorprendido, pero en silencio.
Entonces ella entiende que había hecho mal al hablar del tema, y decidió hablar de otra cosa: 

-Entonces, ¿tú crees que debería ir a su casa y pedirle salir?

-Sí.

-¿Y si me dice que no?

-No pierdes nada.

-¡Sí que lo pierdo! - ella se levanta y se alisa los pantalones vaqueros. Ernesto la observa unos segundos - ¡Si no le gusto no querrá volver a verme para evitar situaciones incómodas!

-¿Consideras realmente que todo lo que ha hecho es porque no te quiere?

África mira el suelo. Balbucea un intento de algo suficientemente creíble como escusa, en vano.

-A mí no hace falta que me convenzas, África. Hazlo, si sale bien, perfecto, pero si sale mal, ya tienes una experiencia más, una lección y estarás igual que ahora solo que sin el estrés.

-A cambio tendré una depresión.

Ernesto sonríe tristemente y se levanta. Sin darle tiempo a ella para apartarse, la abraza.

-Todo va salir bien, ¿de acuerdo?

-Va...vale.

Cuando por fin la suelta, le sonríe.

-Intenta ponerte ese perfume con olor a lavanda que llevas puesto hoy, huele realmente bien – dice antes de darle un apretón en el brazo y alejarse escaleras arriba mientras suena el insoportable pitido de la campana, anunciando otras tres horas de clase.


***

-¿Lo has pensado bien? ¿Estás totalmente segura?

-Sí.

-¿Crees que podrás hacerlo?

-Sí.

-Muy bien, pues arriba – dice Esteban tendiéndole una mano a Maite, que se levanta aceptando de buena gana su ayuda y se obliga a mantenerse de pie.

El chico la agarra de la cintura para ayudarla a ir hasta el salón, donde Elisa espera impaciente eso tan importante de lo que deben hablarle.
Ella piensa que es algo sobre las autolesiones de Esteban, que pronto mejorará, y que todo volverá a ir bien, no se imagina nada fuera de lo normal.

Su novio y Maite aparecen en el pequeño pero elegante salón, ella arrastrando los pies por la alfombra y él ayudándola a andar hasta su sillón de las consultas. Uno negro, de cuero, elegante y estrafalario al mismo tiempo, pero insoportablemente cómodo.

Maite tiene un aspecto horrible, hay que decirlo. Lleva consigo a todas partes un cubo azul (para posibles emergencias en su estómago) además de tener una fregona apoyada en una pared de cada habitación.
Está pálida como nunca antes la habían visto y tiene unas profundas ojeras que destacan bastante bien lo oscuros que parecen sus ojos después de varios días sin dormir, sin comer y sin beber nada.

-Te aconsejo que vayas rápido, Maite, pareces realmente enferma.
-Sí, el médico dice que no es más que una gripe intestinal. Deberíais más bien preocuparos por vosotros, no quiero contagiaros – dice ella con una voz muy cansada y ronca.

Ninguno dice nada, pero Elisa carraspea. Claramente le molesta que los haya citado estando ella enferma y con riesgo de contagio. Es un poco maleducado por su parte.

-Bueno, quería contarte algo, Elisa, que he estado guardando en secreto – empieza a decir Maite con voz triste y apagada. No puede mirarla a los ojos, ni siquiera mirar sus desgastadas convers rosas que casi siempre llevaba, que le dan una imagen algo más infantil de lo que es realmente, y que la hacen más adorable aún – Un secreto que te incumbe, es más, tiene que ver directamente contigo.

-Vale – dice ella entre preocupada y ansiosa – cuéntame.

-No puedo hacerte prometer que no te enfadarás porque es improbable que no lo hagas, porque estuvo fatal, lo pasé mal y... me arrepiento tanto...

Al contrario de lo que se esperaba, Elisa no la interrumpe, no dice una sola palabra. Así que cuando Maite se da cuenta de que no puede decir ni una palabra más que no sea lo ocurrido entre ella y el novio de su mejor amiga, la mira directamente a los ojos, buscando cualquier sensación que le dé ánimos para seguir.

Elisa, le devuelve la mirada, le sonríe nerviosa, al menos intentando apoyarla y le dice:

-No sé si sería mejor dejarlo pasar, Maite. Estás enferma, y no es un buen momento... - la joven traga saliva – tengo que admitirte, que fui al baño, el día en que vomitaste, y vi todas esas pruebas de embarazo...

Esteban se tensa muchísimo, cosa que Elisa entiende como que no debería seguir hablando, por miedo a herir a Maite, aunque más bien, él no quiere herirla a ella.

-Esas pruebas de embarazo, dieron positivo, Elisa, tienes razón que no es un buen momento, pero necesito hablarlo contigo, porque de verdad que gracias a mí estás metida en el problema hasta los hombros, y dudo mucho que puedas salir...

Elisa se levanta y se acerca a ella lentamente. Está bastante seria, pero en cambio se coloca frente a su amiga y le da un abrazo.

-Está bien, Maite. Dímelo, te prometo que te ayudaré con esto. Seré tu apoyo, cariño. Todo va a salir bien – se aparta de ella y le seca una lágrima con el dorso de la mano – Cielo... ¿sabes quién es el padre?

-Ajá – contesta Maite con voz asustada y llorosa.

-¿Y lo conoces bien? - pregunta. La joven asiente lentamente – Bien, porque así será mucho más fácil. Si decides tener el bebé tendrás que hablarlo con él para que te ayude, no puede dejarte sola, es una tarea demasiado dura. Además tendrá que ayudarte con los gastos que supone – Esteban se torna pálido -, el cuidado del bebé y los tuyos propios durante el embarazo y después de este, por supuesto.

-Sí... el caso es que no creo que pueda...

-¿Por qué no iba a poder? Al fin y al cabo es su culpa también, ¿no?

-Es que tiene novia, Elisa.

Ella sonríe.

-Estás hecha todo una zorra, chica – le dice dándole un codazo amistoso – Y él, vaya tío...

-Fue más bien por despecho... aún estoy algo triste por lo de Hugo...

-Claro, claro – le dice acariciándole el brazo - Bueno, pues lo llamamos enseguida entonces, ¿me das su número, y hablo con él?

-No hará falta que lo llames – interrumpe Esteban a Maite, justo cuando ella intentaba seguir con la mentira – Soy yo el que la ha dejado embarazada.

***

-¿¡SE HA IDO!?

-Sí, y me ha dejado sola con Esteban, necesito que vengas, por favor.

-Voy en seguida, tranquila.


A los pocos minutos, Hugo estaba delante de la puerta. Maite le abrió la puerta y él la abrazó.

-Estoy encantado de volver a verte – le dijo, sin hacer caso al mal aspecto que tenía.

-Gracias, yo también a ti.

Lo hizo pasar y pudo ver a un desconsolado Esteban, llorando en silencio sentado en el sofá.

Hugo apretó los dientes y se sentó frente a él.

***

-Afri, es un chico, que pregunta por ti.

-¿Un chico? - dice ella confusa.

-Sí – dice su padre de mala gana.

La chica coge el teléfono. Ni siquiera lo piensa, supone que es él.

-¿Adrián?

-¿Cómo lo has sabido, si ni siquiera te he hablado?

-Esperaba que fueses tú, simplemente.

Le pareció escucharlo sonreír.

-¿Te viene bien que nos veamos ahora? Quiero arreglar lo que pasó, si no te importa.

-Está bien – África se pone seria, intentando parecer algo enfada, aunque está demasiado contenta de que la haya llamado.

-¿Te apetece ir a tomar un batido?

-Perfecto.

-Me alegro – Adrián tiene una voz demasiado...seductora. Es tan especial, tan atrayente -. Te recojo en media hora.

-¿Tienes mi dirección?

-Sí... - escucha a la chica carraspear, algo incómoda - Una larga historia, no pienses que te vigilo.

Ella ríe suavemente. Se sienta sobre la cama y mira por la ventana. Parece que no lloverá hasta más tarde, tendrán mucha suerte.

-Está bien, Adrián, nos vemos en media hora.

-Gracias, de verdad.

Ella sonríe. Y cuelga después de escuchar que el chico resopla de alivio.

Da un brinco sobre la cama, corre hacia el armario y saca un vestido beige de encaje, una torera vaquera y unos botines.

Se viste rápidamente, se peina y se maquilla un poco para darle más densidad a sus pestañas y destacar sus ojos.

Suena el móvil, está deseando que sea Adrián diciéndole que la espera en la puerta, pero es Ernesto.

Suspira, pero lo coge.

-Dime.

-¿Qué tal? ¿Has hablado con Adrián?

-Mmmm sí.

-¿Y...?

-¡He quedado con él ahora mismo!

-¡Te dije que todo iría bien!

-Sí, es verdad.

Ernesto sonríe, y ella lucha con todas sus fuerzas por no bostezar.

-Bueno, solo llamaba para eso. Me alegro por ti, África.

-Gracias...

-Adiós.

-Adiós.

¿A qué viene eso? ¿Desde cuando Ernesto se interesa por ella? Es todo demasiado raro...