viernes, 28 de febrero de 2014

Novedad





¿A quién llama primero? ¿A su novia? ¿A su amigo?
África puede haber llamado solo para saber si está bien, si no le ha pasado nada, si no ha bebido demasiado... pero en cambio Guille...
Por otro lado está más que cansado, solo quiere dormir y asumirlo todo. 
Las palabras de Joaquín siguen repitiéndose en su cabeza como un eco mientras piensa qué hacer. 
El cálido abrazo de Amanda... como si fuera su propia madre, madre que tanto le ha faltado. 
Solo tiene ganas de llorar. 

Pero respira profundamente, sacude la cabeza para despejarse y se levanta para ponerse algo de ropa. 
Con un pijama limpio ya puesto, se sienta en la cama pasándose una mano por el pelo.

Coge el móvil y llama a Guille. 
El chico no tarda en descolgar.

-¡Adrián!

-¿Guille? ¿Estás bien?

-He hecho una gilipollez, Adrián... una muy gorda...

El chico se tumba bocarriba.

-¿El qué?

-Me he acostado con una chica mucho mayor...

Adrián abre la boca para insultarlo y regañarle, pero pronto lo piensa mejor.

-No es la primera vez - acaba diciendo desganado.

-Ese no es el problema.

-¿Está embarazada?-pregunta igualmente, algo aburrido. 

-No, bueno no es eso. Ha sido hace nada, menos de una hora... ha pasado una cosa...

Un silencio incómodo aparece entre los dos. Adrián no puede evitar pensar mal de Guille, pero él necesita ayuda a toda costa, así que, aunque no quiere saber ningún problema que pueda haber habido entre cierto órgano de Guille y cierto órgano de su "amiga", acaba preguntando. 

-¿Qué ha pasado?

-La... la notaba rara... ella estaba borracha así que pensé que era eso, pero le costaba andar... y se mareaba antes de... - Guille traga saliva antes de seguir hablando - No me dijo nada... pero la veía mal... lo asimilé todo al alcohol y a... las drogas...

-¿¡Y aún así te acostaste con ella!? ¡¡ERES UN ENFERMO!!

- LO SÉ, LO SÉ - Guille intenta respirar profundamente - ¡NO ME SIENTO ORGULLOSO, ¿DE ACUERDO?!

- Bueno, que ha pasado, dime - dice Adrián mucho más tranquilo. 

-De repente se quedó inmóvil... se... se desmayó, Adrián... estuvo unos segundos inmóvil y después no hablaba bien... yo... no sabía que hacer...

-¿Y qué hiciste?

-Llamé a una ambulancia, obviamente - dice. La última palabra le cuesta pronunciarla. 

-¿Y qué tal?

-Tiene una contusión Adrián, ¡una contusión! ¡Piensan que yo le he pegado!

Adrián carraspea, nervioso. Se masajea la sien. 

-¿No notaste que tenía un golpe o viste cómo se caía?

-Adrián, sigo medio borracho y estaba emporrado. Apenas recuerdo nada de antes de darme cuenta de que estaba enferma. 

-Posíblemente no sea nada, no te preocupes - intenta tranquilizarlo Adrián tras un corto silencio - ¿Has avisado a tus padres? 

-¿¡Cómo se supone que se van a tomar que los llame desde una comisaría en medio de la noche, borracho e interumpiendo su viaje a casa de mi tía abuela!? 

-Espera, ¿qué haces en comisaría? 

-Bueno, para empezar tengo antecedentes, y el policía al que llamaron desde el hospital me conoce de... otras veces. 

-¿Qué otras veces?

-De peleas callejeras. 

Adrián aprieta los dientes. Acaba de darse cuenta de lo poco que en realidad conoce a Guille y lo poco que sabe de él. Se siente traicionado y al mismo tiempo un pésimo amigo. 

- Explícate - no puede evitar decir con una voz grave, casi animal. 

- No creo que sea el buen momento, ¿sabes? 

Adrián carraspea. Siente la boca seca y una sensación de soledad extraña le inunda el cuerpo. ¿Los demás sabrán lo de las peleas callejeras? ¿Cuánto se ha perdido al alejarse de ellos? De pronto tiene la sensación de que no volverá a ser lo mismo con ellos. 

- ¿Quieres que haga algo? - acaba preguntándole. 

- Si pudieses venir aquí con Joaquín o Amanda me harías un enorme favor... 

- Pues la cosa es que... no puedo. 

- No... ¿No? 

- No, lo siento. 

Guille suspira débilmente. 

-¿Puedes llamar a otro? No me queda saldo... 

-Claro. 

-Gracias... 

Adrián suspira y después de una seca despedida le cuelga. 
Se siente una persona horrorosa. 

Marca el teléfono de Alberto, que es el primo de Guille y le pide que lo llame. El chico acepta sin pensarlo y después de otra seca despedida cuelgan. 

De pronto se siente inservible, y de ahí pasa a sentirse débil y acaba hecho un ovillo junto a la almohada. 
La calefacción está puesta pero siente el cuerpo helado y las sábanas húmedas. 
Se encuentra enfermo. Mira la hora. 
Es tan tarde... África no estará despierta ya. 

Le envia un WhatsApp y sale de la habitación a la cocina. 
Amanda está allí, lo mira con pena antes de preguntarle si quiere algo. 

-Te va a sonar raro, ¿pero tienes alcohol?

-Adrián no creo que sea la mejor opción... ni siquiera es una solución. 

-Lo sé, pero lo necesito. 

-¿Lo... lo necesitas? 

-Sí, por favor - dice con una voz horrorsamente dolorosa de oír. 

Amanda hace una mueca y saca una cerveza del frigorífico para dársela. 

-Voy a acostarme, no te tomes otra. 

-Está bien - dice sin hacerle mucho caso. 

Amanda le da un beso en la mejilla y va a acostarse. 
En cuanto desaparece, Adrián coge una cerveza más y corre a su habitación sin olvidar cerrar el pestillo. 

Empieza a beber la primera lata cuando África le responde. 

¿Qué tal estás? 

Bien       Contestá él. 

¿Os lo habéis pasado bien? 

No

En ese momento, África lo llama, lo pone en manos libres para poder seguir bebiendo. 

-¿Qué ha pasado? - pregunta ella preocupada. 

-Guille está en comisaría.

-¿¡Qué!? ¿¡Por qué!? 

Siente calor en las mejillas y la cabeza se le encapota ligeramente unos segundos al terminarse de una sola vez la cerveza. 

-Se ha follado a una tía mayor que tenía una contusión y piensan que le ha pegado. 

Ella se mantiene en silencio mientras él abre otra lata. 
En otras ocasiones podría imaginarla mordiéndose el labio, pero ahora solo pensaba en que tendría que ir a por otra cerveza. 

-¿Estás bien Adrián? - le pregunta con una voz débil. 

-¡Sí, claro! 

-Estás borracho. 

Justo entonces Adrián termina su segunda cerveza. 

-Ya me gustaría - dice ya con la voz temblorosa. 

Se levanta dejándola con la duda y vuelve a la cocina. 
Coge otra lata más deseando estar borracho después de esta. 

Al correr de nuevo a su habitación se marea bastante, y olvida cerrar el pestillo esta vez después de cerrar la puerta. 

-¿Adrián? ¿Adrián? - oye que lo llama África. 

-Dime. 

-¿Adónde has ido?

-A por otra cerveza -le dice sinceramente sin pensar en las consecuencias.

-¿Por qué bebes?

-Porque me han dado una noticia muy... muy mala - dice después de darle otro trago a la nueva cerveza. 

-¿Qué noticia?

-Mis padres quieren verme. 

-¿Tus padres? ¿Los biológicos?

-Sí - dice terminándose la tercera cerveza. Le pesa enormemente la cabeza. 

-¿Los... los dos? 

-Sí, mi madre y mi padre. 

-¿Y qué vas a hacer? 

-Ni idea. Voy a por otra cerveza. 

Por mucho que África intenta que no vaya, solo consigue gritarle a través del teléfono. Cuando vuelve, Adrián cierra de un portazo. 
No quiere ni imaginarse su estado.

-Adrián voy a llamar a Alberto... 

-Está con Guille. 

-¿También lo han detenido? 

-Está...con...Guille... 

-Vale, Adrián, quiero que dejes esta cerveza y bebas agua, por favor. 

-Demasiado tarde. Ya he conseguido emborracharme - dice entre triunfante y triste. 

África nota que su voz ha cambiado a estar más aguda y que le cuesta hablar y no espera más, le cuelga y llama a Alberto. 

-¿África? ¿Qué pasa?

-Adrián se ha emborrachado. 

-Con nosotros no. ¿Se ha emborrachado solo?

-Sí. Me preocupa, Alberto. 

-¿Está en casa? 

-Me parece que sí.

-Entonces estará bien - dice el chico estresado - Lo siento África, pero es que estamos intentando sacar a Guille de aquí. 

-Está bien. Suerte - le dice antes de colgar. 

De nuevo está sola. 
Llama a Adrián pero no se lo coge. Estará tan borracho que ni escuchará su tono de voz. 
Se apoya en el cabecero de la cama y suspira con todas sus fuerzas. 

La noche va cada vez peor. 




Gracias a Victoria Smith, a su preciosa voz. Sigue así. 
No he podido añadirte a este capítulo, pero escuchándote, lo he escrito. Te prometo que aparecerás en el siguiente <3
http://www.youtube.com/user/smithraf






domingo, 9 de febrero de 2014

Vida




Que bonita la vida, que da todo de golpe y luego te lo quita. Te hace sentir culpable. 
A veces cuenta contigo, a veces ni te mira.
Que bonita la vida                 Dani Martín


Aún es de día.
No lo piensa dos veces antes de salir del auditorio y correr a casa. Unas semanas antes del concierto de verano, a dos o tres ensayos, ella falla, y tiene claro de que no quiere volver.
Al llegar a un sitio más transitado, deja de correr y anda entre la multitud. Todos vuelven a casa, todos ellos están a salvo.
Los esquiva a todos para pasar más rápido. Ignora a una amiga que la ve y sigue andando. Solo quiere ir a casa, ¿tan difícil es de entender?
Parece bailar entre las personas, que no la miran nunca directamente, siempre por encima del hombro.
Cada vez está más oscuro.
Cada vez hay menos gente.
Cada vez está más sola.
Sonríe ampliamente al notar de que ya casi está llegando, el móvil suena en su bolsillo, pero no hace caso. La canción que tiene de tono se repite continuamente.
Sea quién sea, insiste en hablar con ella.
Ya está en la calle, casi va dando saltos pero se detiene, en mitad de la carretera. Observa lo que tiene delante, se gira para ver lo que tiene detrás.

La calle.
Es esa calle fue donde pasó.

No puede moverse, está totalmente congelada. Nota incluso los dedos rígidos
Un sudor frío le baja por la espalda, las rodillas no quieren aguantar más su peso.

Unas luces la ciegan de golpe y un ruido de freno sordo la hace saltar detrás de un coche aparcado, donde hace acopio de todas sus fuerzas para volver a levantarse.
Un coche pasa rozándola mientras el conductor le grita algún insulto.

Se acerca un poco más a la acera y se deja caer en el bordillo.
El móvil sigue sonando.
Finalmente lo coge.

-¿Lidia?

-¿Elisa?

-¿África?

-Soy yo – dice ella, de pronto tranquila de escuchar a alguien conocido.

-¿Cómo estás?

-He estado mejor – dice levantándose tambaleante. Paranoica, estoy paranoica.

-Y oye, ¿tu hermana está?

-Ahora mismo estoy en la calle, pero si esperas un segundo que estoy en la puerta de casa te la paso.

-Perfecto.

África sonríe, aliviada.
Coge todo el aire que le caben en los pulmones apartando primero el teléfono para que la joven no la escuche. Da varios pasos al frente y vuelve a pegarse el móvil a la oreja, ya andando.

-Bueno, ¿qué has hecho últimamente? - le pregunta Elisa con un tono interesado.

Suspira.
No hay razones para mentirle a ella, la conoce desde hace años.

-Lo último que acabo de hacer ha sido escaparme del ensayo de coro.

-¿Escaparte? - pregunta la joven al otro lado de la línea, confusa.

-Me da miedo volver sola de noche.

Se hace un silencio entre las dos.

-Entiendo...

-¿Tiene sentido o me estoy volviendo loca?

De nuevo, ninguna de las dos habla.

-No pasa nada, África – acaba diciendo Elisa - Has tenido una experiencia traumática, es normal.

Eso la reconforta, aunque ya lo sabía. Lo difícil es intentar seguir siendo como antes.
Poco a poco, ha conseguido olvidar parte de lo ocurrido hasta que parezca que no es real, que fue solo un sueño, una pesadilla de las que te acuerdas toda tu vida.
Aunque aún no entiende cómo sus padres la pueden dejar salir sola a la calle. Le controlan obsesivamente el móvil, le han instalado un sistema de vigilancia en el aparato para saber dónde está... Pero para ella no es suficiente, ellos no saben lo que le pasa, solo saben por qué calle está pasando y si se queda parada o si se mueve.

Mientras tanto, Elisa sigue hablándole.

-...Ya se te pasará, ya lo verás. Todos intentamos ayudarte, aunque sea desde lejos, y no sabes lo que te quiere tu hermana...

La chica sonríe al escucharlo, es tan reconfortante...

-Le importas, África. Pídele ayuda y te ayudará encantada.

-Lo haré, muchas gracias.

-De nada, cariño – puede oírla sonreír - ¿Por dónde vas? ¿Ya estás llegando?

África mira a su al rededor, perdida. Pero consigue orientarse.

-Estoy casi, un segundo.

Dobla la esquina y sube la calle.
Abre la cancela de la casa y entra en el jardín. Entra en casa y busca a su hermana para tenderle el teléfono.

-Te la paso – le dice cuando la encuentra delante de su portátil en el salón.

-Gracias, un beso – se despide de ella Elisa.

Lidia coge el móvil seriamente y ella sube a su cuarto.

Se sienta sobre la cama, que cruje ligeramente bajo su peso. Es vieja.
Su habitación ya le parece pequeña, necesita más espacio, y cuando está estresada, las paredes parecen intentar atraparla y las siente cada vez más cerca.
Ojalá Adrián estuviera allí con ella, pero está de fiesta con sus amigos. Suspira distraída. Solo necesita a alguien que la escuche.

***
Coje el teléfono al oír una notificación. Tiene un mensaje.

¿Qué tal? 

Bien, ¿y tú?

No estoy mal. 

¿Qué tal está África? 

Está bien. No he vuelto a hablar con ella. 

Creo que deberías seguir prestándole atención. 

No le gusta mi compañía. 

Haz que le guste. 
Podrás pedirle perdón con tranquilidad después. 

Te haré caso, pero solo porque eres tú, Elena. 

Eso espero. Verás que todo sale bien. 
***

-¿Llamamos a un ambulancia? - pregunta Alberto mirando por la ventana.

-No, creo que es mejor que se quede aquí. Lo cuidaré bien – dice la joven mientras se da la vuelta.

Elisa le sonríe a Adrián y se acerca para abrazarlo.

-Muchísimas gracias – le dice apoyando la cabeza en su hombro derecho, pero sin atreverse a apretarlo realmente contra ella.

-No hay de qué. Cuida de él – contesta él mirando a Esteban, dormido bajo varias capas de mantas encogido en el sofá.

-No lo dudes.

-Llamaré para saber noticias vuestras.

Ella asiente, conforme.
Adrián se despide con una última sonrisa y espera a que los demás también se despidan para ir hacia el ascensor.

Todos entran dentro lentamente, cansados.

-Vaya noche de fiesta – dice Leo bostezando.

-Me muero de sueño – murmura Mario pasándose una mano por el pelo negro rizado. Tiene los ojos rojos.

Adrián se mira en el espejo: lo que ve no le gusta. Está manchado de lo que fuera que hubiera en la ropa de Esteban y huele a alcohol, vómito y sudor.

-Joaquín y Amanda me van a matar – comenta estirándose la camiseta blanca.

-Diles la verdad – dice Leo sin mirarlo directamente.

-Eso pienso hacer. Pero otra cosa es que me crean.

Leo le aprieta el hombro antes de salir del ascensor y caminar hacia la salida del edificio con tranquilidad.



Lo dejan en la puerta del edificio. Saca las llaves del bolsillo del pantalón y las mete en la cerradura.

Las luces de la entrada se encienden al pasar junto a la puerta.

Anda hasta las escaleras y las sube sin hacer ruido, de puntillas.

Está bastante seguro de que Amanda va a estar despierta esperándolo, así que intenta organizar las palabras dentro de su cabeza para poder explicarse. Llega al piso y justo antes de abrir la puerta, Amanda lo hace por él y lo atrae hacia ella rápidamente.

Le besa la cabeza.

-Menos mal que estás bien – le susurra.

Detrás de ella están Antonio, su hermano Daniel y el chico del intercambio. Este último está algo pálido.

Joaquín cierra la puerta con los dos pestillos.

-¿Qué hacéis despiertos? Es muy tarde – les pregunta confundido mientras se separa con suavidad de su madre adoptiva.

-Ha pasado algo, Adrián.

El chico se muerde el interior de la mejilla.
Mira a Joaquín, que lo examina de arriba a abajo arrugando la nariz en silencio.

-Si no os importa, voy a cambiarme primero – dice mientras se quita la camiseta sucia.

-No hay problema.

Se aleja de ellos y pasa junto a Antonio, que hace un esfuerzo sobrenatural para no desgastarle el torso desnudo con la mirada.
Entra en su habitación y se cambia por un pantalón de chándal y una camiseta vieja de algún grupo de rock olvidado.
Al volver al salón, todos están sentados en los sofás al rededor de la mesa de cristal. Los imita.

Ninguno sabe qué decir durante unos segundos. El chico de intercambio se levanta con suavidad y le dice en italiano a Antonio que va a acostarse, rompiendo el silencio.
Joaquín lo toma como el momento perfecto y coge la mano de Amanda antes de empezar a hablar.

Amanda lo mira con pena. Joaquín se lo explica todo mirando al suelo. Ni Antonio, ni Dani, ni el chico italiano de intercambio dicen nada, solo esperan su reacción cuando Joaquín termina de hablar.

Adrián mira al frente inmóvil, lo mira a él fijamente. Joaquín no sabe que hacer ni decir más, sabe que le pide algo con la mirada, pero no se atreve a abrir más la boca.
Amanda les pide a los demás chicos que vuelvan a sus habitaciones y se sienta a su lado en el sofá.

-No va a pasarte nada, cariño – le dice frotándole el brazo.

Adrián decide mirar sus manos temblorosas.

-¿Quieres comer algo? - le pregunta Joaquín con un tono cariñoso que nunca lo había oído utilizar.

-No, gracias. Creo que voy a dormir, mañana ya estaré mejor.

Amanda lo abraza unos segundos y después lo deja irse.

-No te preocupes – le dice Joaquín intentando reconfortarlo antes de que se encierre en su cuarto– No te pasará nada.

***

Antonio y Daniel lo observan cerrar la puerta con suavidad y después bloquearla con el pestillo.

Se miran entre ellos seriamente.

Sandro aparece detrás de Antonio y chasquea los dientes dos veces, como hace cada vez que algo le molesta.

-El problema que veo es que no hay niente que podamos decirle para ayudarlo – dice el chico italiano con acento marcado.

-Lo sé, Sandro. Pero también me gustaría poder hacer algo. Ahora es mi hermano.

El chico asiente.

-Yo me voy mañana por la mañana, pero te aconsejo que consigas que se sienta como en casa – dice en italiano antes de volver a su cama.

***

Se deja caer sobre la cama y se quita toda la ropa antes de taparse con el edredón de plumas, de respirar el olor a limpio que aún le sigue sorprendiendo y de hundirse en la mullida almohada.

No consigue asimilar la noticia. Aún está algo confundido.
Sus ojos amenazan con cerrarse pero no los deja. El reloj marca una hora que ni le interesa ni presta atención.
Todo era tan bonito: salía con la chica que tanto había deseado, y de la que pretendía enamorarse, soñaba con cada beso, imaginaba cada instante, todos estaban contentos con él, sus amigos iban bien... Pero algo tenía que estropearlo.

-Adrián, ¿estás bien?

No contesta a Antonio. Sabe que es un buen chico, que intentaría ayudarlo, pero por más que quisiera no lo entenderá nunca del todo. Su padre no le ha pegado a él, no ha vivido solo toda corta vida, tiene una madre, y hermanos, y abuelos y su padre lo quiere, recibe a extranjeros en casa cada trimestre y tiene una vida social plena. Lo admira, sí, le tiene envidia, puede. Por eso no puede aceptar su ayuda, no sería justo para ninguno.
Acaba por marcharse, escucha sus pasos alejarse por el pasillo.

Estira la mano hacia el teléfono que ha dejado cargando desde antes de salir y lo enciende.

10 llamadas perdidas.

Joaquín y Amanda eligieron el teléfono perfecto, pero sigue sin estar acostumbrado a llevar algo que pueda romperse al caer al suelo continuamente encima y siempre acaba olvidándolo.

Las llamadas perdidas son de varias personas. Esperaba que fueran de Antonino, Joaquín o Amanda, pero no de otros. Empieza a preocuparse.

Dos personas más.

Una es Guille. La otra es África.