domingo, 9 de febrero de 2014

Vida




Que bonita la vida, que da todo de golpe y luego te lo quita. Te hace sentir culpable. 
A veces cuenta contigo, a veces ni te mira.
Que bonita la vida                 Dani Martín


Aún es de día.
No lo piensa dos veces antes de salir del auditorio y correr a casa. Unas semanas antes del concierto de verano, a dos o tres ensayos, ella falla, y tiene claro de que no quiere volver.
Al llegar a un sitio más transitado, deja de correr y anda entre la multitud. Todos vuelven a casa, todos ellos están a salvo.
Los esquiva a todos para pasar más rápido. Ignora a una amiga que la ve y sigue andando. Solo quiere ir a casa, ¿tan difícil es de entender?
Parece bailar entre las personas, que no la miran nunca directamente, siempre por encima del hombro.
Cada vez está más oscuro.
Cada vez hay menos gente.
Cada vez está más sola.
Sonríe ampliamente al notar de que ya casi está llegando, el móvil suena en su bolsillo, pero no hace caso. La canción que tiene de tono se repite continuamente.
Sea quién sea, insiste en hablar con ella.
Ya está en la calle, casi va dando saltos pero se detiene, en mitad de la carretera. Observa lo que tiene delante, se gira para ver lo que tiene detrás.

La calle.
Es esa calle fue donde pasó.

No puede moverse, está totalmente congelada. Nota incluso los dedos rígidos
Un sudor frío le baja por la espalda, las rodillas no quieren aguantar más su peso.

Unas luces la ciegan de golpe y un ruido de freno sordo la hace saltar detrás de un coche aparcado, donde hace acopio de todas sus fuerzas para volver a levantarse.
Un coche pasa rozándola mientras el conductor le grita algún insulto.

Se acerca un poco más a la acera y se deja caer en el bordillo.
El móvil sigue sonando.
Finalmente lo coge.

-¿Lidia?

-¿Elisa?

-¿África?

-Soy yo – dice ella, de pronto tranquila de escuchar a alguien conocido.

-¿Cómo estás?

-He estado mejor – dice levantándose tambaleante. Paranoica, estoy paranoica.

-Y oye, ¿tu hermana está?

-Ahora mismo estoy en la calle, pero si esperas un segundo que estoy en la puerta de casa te la paso.

-Perfecto.

África sonríe, aliviada.
Coge todo el aire que le caben en los pulmones apartando primero el teléfono para que la joven no la escuche. Da varios pasos al frente y vuelve a pegarse el móvil a la oreja, ya andando.

-Bueno, ¿qué has hecho últimamente? - le pregunta Elisa con un tono interesado.

Suspira.
No hay razones para mentirle a ella, la conoce desde hace años.

-Lo último que acabo de hacer ha sido escaparme del ensayo de coro.

-¿Escaparte? - pregunta la joven al otro lado de la línea, confusa.

-Me da miedo volver sola de noche.

Se hace un silencio entre las dos.

-Entiendo...

-¿Tiene sentido o me estoy volviendo loca?

De nuevo, ninguna de las dos habla.

-No pasa nada, África – acaba diciendo Elisa - Has tenido una experiencia traumática, es normal.

Eso la reconforta, aunque ya lo sabía. Lo difícil es intentar seguir siendo como antes.
Poco a poco, ha conseguido olvidar parte de lo ocurrido hasta que parezca que no es real, que fue solo un sueño, una pesadilla de las que te acuerdas toda tu vida.
Aunque aún no entiende cómo sus padres la pueden dejar salir sola a la calle. Le controlan obsesivamente el móvil, le han instalado un sistema de vigilancia en el aparato para saber dónde está... Pero para ella no es suficiente, ellos no saben lo que le pasa, solo saben por qué calle está pasando y si se queda parada o si se mueve.

Mientras tanto, Elisa sigue hablándole.

-...Ya se te pasará, ya lo verás. Todos intentamos ayudarte, aunque sea desde lejos, y no sabes lo que te quiere tu hermana...

La chica sonríe al escucharlo, es tan reconfortante...

-Le importas, África. Pídele ayuda y te ayudará encantada.

-Lo haré, muchas gracias.

-De nada, cariño – puede oírla sonreír - ¿Por dónde vas? ¿Ya estás llegando?

África mira a su al rededor, perdida. Pero consigue orientarse.

-Estoy casi, un segundo.

Dobla la esquina y sube la calle.
Abre la cancela de la casa y entra en el jardín. Entra en casa y busca a su hermana para tenderle el teléfono.

-Te la paso – le dice cuando la encuentra delante de su portátil en el salón.

-Gracias, un beso – se despide de ella Elisa.

Lidia coge el móvil seriamente y ella sube a su cuarto.

Se sienta sobre la cama, que cruje ligeramente bajo su peso. Es vieja.
Su habitación ya le parece pequeña, necesita más espacio, y cuando está estresada, las paredes parecen intentar atraparla y las siente cada vez más cerca.
Ojalá Adrián estuviera allí con ella, pero está de fiesta con sus amigos. Suspira distraída. Solo necesita a alguien que la escuche.

***
Coje el teléfono al oír una notificación. Tiene un mensaje.

¿Qué tal? 

Bien, ¿y tú?

No estoy mal. 

¿Qué tal está África? 

Está bien. No he vuelto a hablar con ella. 

Creo que deberías seguir prestándole atención. 

No le gusta mi compañía. 

Haz que le guste. 
Podrás pedirle perdón con tranquilidad después. 

Te haré caso, pero solo porque eres tú, Elena. 

Eso espero. Verás que todo sale bien. 
***

-¿Llamamos a un ambulancia? - pregunta Alberto mirando por la ventana.

-No, creo que es mejor que se quede aquí. Lo cuidaré bien – dice la joven mientras se da la vuelta.

Elisa le sonríe a Adrián y se acerca para abrazarlo.

-Muchísimas gracias – le dice apoyando la cabeza en su hombro derecho, pero sin atreverse a apretarlo realmente contra ella.

-No hay de qué. Cuida de él – contesta él mirando a Esteban, dormido bajo varias capas de mantas encogido en el sofá.

-No lo dudes.

-Llamaré para saber noticias vuestras.

Ella asiente, conforme.
Adrián se despide con una última sonrisa y espera a que los demás también se despidan para ir hacia el ascensor.

Todos entran dentro lentamente, cansados.

-Vaya noche de fiesta – dice Leo bostezando.

-Me muero de sueño – murmura Mario pasándose una mano por el pelo negro rizado. Tiene los ojos rojos.

Adrián se mira en el espejo: lo que ve no le gusta. Está manchado de lo que fuera que hubiera en la ropa de Esteban y huele a alcohol, vómito y sudor.

-Joaquín y Amanda me van a matar – comenta estirándose la camiseta blanca.

-Diles la verdad – dice Leo sin mirarlo directamente.

-Eso pienso hacer. Pero otra cosa es que me crean.

Leo le aprieta el hombro antes de salir del ascensor y caminar hacia la salida del edificio con tranquilidad.



Lo dejan en la puerta del edificio. Saca las llaves del bolsillo del pantalón y las mete en la cerradura.

Las luces de la entrada se encienden al pasar junto a la puerta.

Anda hasta las escaleras y las sube sin hacer ruido, de puntillas.

Está bastante seguro de que Amanda va a estar despierta esperándolo, así que intenta organizar las palabras dentro de su cabeza para poder explicarse. Llega al piso y justo antes de abrir la puerta, Amanda lo hace por él y lo atrae hacia ella rápidamente.

Le besa la cabeza.

-Menos mal que estás bien – le susurra.

Detrás de ella están Antonio, su hermano Daniel y el chico del intercambio. Este último está algo pálido.

Joaquín cierra la puerta con los dos pestillos.

-¿Qué hacéis despiertos? Es muy tarde – les pregunta confundido mientras se separa con suavidad de su madre adoptiva.

-Ha pasado algo, Adrián.

El chico se muerde el interior de la mejilla.
Mira a Joaquín, que lo examina de arriba a abajo arrugando la nariz en silencio.

-Si no os importa, voy a cambiarme primero – dice mientras se quita la camiseta sucia.

-No hay problema.

Se aleja de ellos y pasa junto a Antonio, que hace un esfuerzo sobrenatural para no desgastarle el torso desnudo con la mirada.
Entra en su habitación y se cambia por un pantalón de chándal y una camiseta vieja de algún grupo de rock olvidado.
Al volver al salón, todos están sentados en los sofás al rededor de la mesa de cristal. Los imita.

Ninguno sabe qué decir durante unos segundos. El chico de intercambio se levanta con suavidad y le dice en italiano a Antonio que va a acostarse, rompiendo el silencio.
Joaquín lo toma como el momento perfecto y coge la mano de Amanda antes de empezar a hablar.

Amanda lo mira con pena. Joaquín se lo explica todo mirando al suelo. Ni Antonio, ni Dani, ni el chico italiano de intercambio dicen nada, solo esperan su reacción cuando Joaquín termina de hablar.

Adrián mira al frente inmóvil, lo mira a él fijamente. Joaquín no sabe que hacer ni decir más, sabe que le pide algo con la mirada, pero no se atreve a abrir más la boca.
Amanda les pide a los demás chicos que vuelvan a sus habitaciones y se sienta a su lado en el sofá.

-No va a pasarte nada, cariño – le dice frotándole el brazo.

Adrián decide mirar sus manos temblorosas.

-¿Quieres comer algo? - le pregunta Joaquín con un tono cariñoso que nunca lo había oído utilizar.

-No, gracias. Creo que voy a dormir, mañana ya estaré mejor.

Amanda lo abraza unos segundos y después lo deja irse.

-No te preocupes – le dice Joaquín intentando reconfortarlo antes de que se encierre en su cuarto– No te pasará nada.

***

Antonio y Daniel lo observan cerrar la puerta con suavidad y después bloquearla con el pestillo.

Se miran entre ellos seriamente.

Sandro aparece detrás de Antonio y chasquea los dientes dos veces, como hace cada vez que algo le molesta.

-El problema que veo es que no hay niente que podamos decirle para ayudarlo – dice el chico italiano con acento marcado.

-Lo sé, Sandro. Pero también me gustaría poder hacer algo. Ahora es mi hermano.

El chico asiente.

-Yo me voy mañana por la mañana, pero te aconsejo que consigas que se sienta como en casa – dice en italiano antes de volver a su cama.

***

Se deja caer sobre la cama y se quita toda la ropa antes de taparse con el edredón de plumas, de respirar el olor a limpio que aún le sigue sorprendiendo y de hundirse en la mullida almohada.

No consigue asimilar la noticia. Aún está algo confundido.
Sus ojos amenazan con cerrarse pero no los deja. El reloj marca una hora que ni le interesa ni presta atención.
Todo era tan bonito: salía con la chica que tanto había deseado, y de la que pretendía enamorarse, soñaba con cada beso, imaginaba cada instante, todos estaban contentos con él, sus amigos iban bien... Pero algo tenía que estropearlo.

-Adrián, ¿estás bien?

No contesta a Antonio. Sabe que es un buen chico, que intentaría ayudarlo, pero por más que quisiera no lo entenderá nunca del todo. Su padre no le ha pegado a él, no ha vivido solo toda corta vida, tiene una madre, y hermanos, y abuelos y su padre lo quiere, recibe a extranjeros en casa cada trimestre y tiene una vida social plena. Lo admira, sí, le tiene envidia, puede. Por eso no puede aceptar su ayuda, no sería justo para ninguno.
Acaba por marcharse, escucha sus pasos alejarse por el pasillo.

Estira la mano hacia el teléfono que ha dejado cargando desde antes de salir y lo enciende.

10 llamadas perdidas.

Joaquín y Amanda eligieron el teléfono perfecto, pero sigue sin estar acostumbrado a llevar algo que pueda romperse al caer al suelo continuamente encima y siempre acaba olvidándolo.

Las llamadas perdidas son de varias personas. Esperaba que fueran de Antonino, Joaquín o Amanda, pero no de otros. Empieza a preocuparse.

Dos personas más.

Una es Guille. La otra es África.


8 comentarios:

Unknown dijo...

Wow. ¿No me dirás que ahora tiene que volver de nuevo con su padre? Pero... ¿por qué?
¿Qué querrían África y Guille?
Ay... Pobre Afri con el trauma... :'(

Elena dijo...

No se sabe... no se sabe...
La Afri verdadera y la Maite verdadera opinan que se está volviendo un poco loca, pero sigue sin saberse...

Unknown dijo...

¿Quién dicen que se está volviendo loca? ¿Africa?
Ay... Si es normal... Después de to lo que pasó...

Elena dijo...

Pues sí... ay ay

Unknown dijo...

De donde quitaste la foto de guille *_* esta muy lindo

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Elena dijo...

Hola Jorge!
Pues la foto es de tumblr jejeje como todas las demás :)
Muchísimas gracias por comentar y un besazo.




Y en respuesta para el anónimo, que sin querer he eliminado (blogger no funciona bien en mi ordenador), la foto de Guille es de tumblr, como bien he dicho antes, la historia la inventé yo, no la copié de la vida de nadie ni de ningún otro blog, aunque supongo que tristemente, alguien vivirá esa vida...
Gracias por comentar! Un besazo